Escudero
y caballero , cargados de polvo del camino, montaban en sus respectivos
jumentos en el ocaso de un día veraniego, cuyo calor aún hacía estragos en sus
doloridos cuerpos.
El
ceñido camino les encaminaba, sin remedio,
hacia una cercana loma.
Hidalgo
y sirviente, se pararon en seco ante el horizonte que se les mostraba.
Una
cordillera cuadriculada de grandes cajas recortadas hacia el cielo que, a buen
seguro, estaría morada por un sinfín de bergantes y pécoras criaturas del
Averno, dispuestas a extraer las almas de aquellos dos piadosos
especímenes; adalides y "desfacedores" de entuertos.
Para el VI Certamen Literario
Canyada D'art Quijorrelatos.
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