Estaba Su Majestad León, subido en su
pedestal; uno que le habían fabricado en
un curioso palacio de cristal; para así hacerle ver que tenía de por vida, la
misma solucionada y que sus poderosos rugidos bastarían para impartir justicia;
la suya, naturalmente. Los súbditos, más o menos en su papel, obedecían a
regañadientes las decisiones, caprichosas o no, que su monarca dictaba.
Éste, asesorado por un consejo
variopinto de congéneres, hacía años que había decidido dar entrada en su foro
a miembros de otras especies que , aún sin compartir su ideario, mantenían con
sus discrepancias, la gobernabilidad de un pueblo que paulatinamente y cada
cuatro u ocho años había cogido la costumbre de alternar a dos partidos para
así poder seguir teniendo todos, me refiero a los dirigentes de esos dos
partidos, prebendas que les hicieran las respectivas vidas más...placenteras.
La Historia se repetía, como en un
bucle, durante años. Existían voces, testimoniales para unos , marginales para
los interesados, que tímidamente, levantaban el hilo de voz con que les habían
permitido quedarse. Vano intento más allá del de acallar sus conciencias.
Los graneros del Rey León se vieron
mermados drásticamente, por lo que sus
consejeros y otros padres de la economía, tildaron a esa desdicha como "crisis", y esto provocó medidas que
los que por narices tenían que estar frente a él y discrepar de sus acciones
por Real Decreto, nunca mejor expresado el término, comenzaron a alzar voces
sin recordar, la fragilidad de la memoria histórica que deviene en histérica,
que el término crisis se había dado durante una alternancia suya con el del gobierno del Rey León.
El pueblo, jurado poco comprometido en
nada que no sea cuando le tocan el bolsillo o el estómago, permanecía pasivo
ante aciertos y desaciertos de la corte leonina.
Una especie de arcángel San Gabriel al
uso del siglo XXI, surgió de entre la masa inconformista con la situación creada.
Su inocente melena seráfica había
devenido, por mor de los tiempos que corren, en una larga cabellera recogida en
una higiénica coleta. Y pregonó, cual Jesús en sus desiertos; sólo como
Jesús; no demos pie a "salvapatrias" que engolados por
cuatro frases oportunas y un coro vocinglero que sabe jugar muy bien sus bazas,
auguraron la Tierra Prometida a quienes les siguieran por los tortuosos caminos
de servir al prójimo.
Más "El Enviado", tenía
amigos. Allende los mares. Y no eran, precisamente, reyes leones; más bien
hienas taimadas que, a semejanza de las de las sabanas, se alimentaban con la
carroña que su correspondiente estamento propagandístico, muy propio de los
partidos de su perfil, tildaban a todos de "totalitarios", sin ser
capaces de mirarse su peculiar ombligo...o igual, sí...
Después el pueblo votó. Y repartió, a
diestro y siniestro, escaños que
convergieron en una diáspora tal, que hacía muy difícil la gobernabilidad de
aquél reino; hasta entonces el del el Rey León.
La Historia se escribe minuto a minuto
y, por tanto, no sé lo que una vez acabado este relato, habrá decidido grabar
en sus páginas. El reino se tambalea. Unos convidados "no de piedra",
se han estado moviendo con el sigilo de los bribones, sin necesidad de utilizar
la noche oscura. La debilidad y las disputas, casi de patio de colegio, de los
cortesanos profesionales del territorio del león, han permitido que a plena
luz, unos pocos intenten sobreponer sus pensamientos a los de la mayoría de un
pueblo; es un golpe de estado sin ruido de sables, aún...
Y mientras tanto, un pueblo mira
sobrecogido hacia esos cortesanos que por los pasillos de sus respectivos
palacios, recorren sus estancias rasgándose las vestiduras e incrédulos de que
se haya llegado a tal situación.
El abuelo, cargado de años, cuya cara
compite con los surcos que durante decenios ha dibujado él con el arado por su
terruño, mira hacia el infinito con sus ojos entrecerrados mientras saborea la
colilla de un tabaco que "no fuma" y se pregunta a sí mismo ¿cómo
nadie no lo ha visto venir?
Un chavalín en edad todavía de llevar
pantalón corto, quizá alguno de vosotros, queridos mozalbetes, si fueran otros
tiempos, le cogería su áspera mano y tirando suavemente de él hacia adelante, le
invitaría a seguir el camino de retorno a su hogar, con los suyos; y el viejo, pues él quiere que le llamen así,
sin eufemismos, mira hoy a su nieto con los ojos nublados por una fina capa
acuosa, que no es más que la esperanza puesta en esa generación que llegará, la
Historia se repite, y hará de un reino que ama porque no le gusta, la patria
añorada y ejemplar de sus mejores tiempos...
Y colorín colorado, nunca mejor
utilizado el calificativo, aquí termina este cuento que, sin duda, continuará
aunque no sea yo quien lo relate; queridos niños, coged el boli, un papel y
tened el valor y la inocencia de escribir un final con aroma de perdices...
Para el XIV Concurso
de Cuentos Infantiles Sin Fronteras de Otxarkoaga. Colectivo Txirula Kultur Taldea. Bilbao. (Vizcaya)