jueves, 19 de febrero de 2015

S.O.S. a nuestras conciencias


Hoy es miércoles y resulta una tarde dura para escribir sobre estas cuestiones; doce muertos pesan mucho en un lado de la balanza. Hay que creer mucho en el ser humano para poder lograr que el fiel de esa  balanza se equilibre.
Ha sido una mañana de niebla que no tendrá tarde de paseo; más bien de una oración silenciosa para los creyentes y de una profunda reflexión para todo ser humano.
Otra vez se juntan el fanatismo, sea del color que sea, religioso con el político. Una vez más la forma de expresión es el asesinato al grito de una forma de Dios y de una situación política.
No escarmentamos. ¿Cuántos actos de terror tendrá que padecer la Humanidad, para cambiar nuestros "chips"?.
¿Cuántas madres, con color propio, tendrán que  llorar por sus hijos, inmolados en nombre de quién sea?.
¿Cuándo demonios, nunca mejor empleada la palabra, sabremos respetar los credos, del tipo que sean, del resto del mundo?.
Esto no quiere decir que nos quedemos cruzados de brazos ante asesinatos como el de esta mañana, no.  La Justicia, debe perseguir y condenar a las personas que cometan delitos y más de esa magnitud; independientemente de su carnet de identidad.
Desde aquí, en mi modestia, pido que cambiemos la forma de pensar, secular, "contra" nuestros vecinos. Porque ahí radica todo. El vecino es eso, la misma palabra lo dice; no un contrincante.
España, desde el comienzo de los tiempos y por la situación geográfica que ocupa, podría ser parangón en el tema antirracista.  Sinceramente pienso y así lo he mamado, que este nuestro país o patria ¿por qué no?, ha sido y la historia así nos lo demuestra, un cruce constante de pueblos que se han ido instalando en él hasta conformar lo que hoy somos; y esa circunstancia histórica, nos debería de poner a la cabeza de la lucha antirracista; por un sentido ético de la vida y del ser humano; porque, lo queramos o no admitir, en nuestro genes está el ADN de muchos pueblos y eso, bajo mi punto de vista, nos ha enriquecido en el tiempo.
¿Qué porcentaje de la sangre que corre por nuestras venas es judía, o árabe?. ¿Cuánto de lo que llamamos nuestro Patrimonio Nacional ha sido debido o por obra de estos dos pueblos que he citado anteriormente?.
No pretendo, ni quiero, ser más papista que el Papa y, desde luego habría que entrar en una profunda reestructuración y regulación de los emigrantes. No sólo desde el punto de vista policial sino, sobre todo, social. No se puede dejar de atender a ninguna persona en un hospital; pero a ninguna y punto. Sí se deben de vigilar las fronteras. ¡Claro, que sí!. Personas indeseables hay en todos, repito todos, los confines de la tierra; y contra eso hay que luchar; tengan el color de piel que tengan o... lo más tolerado en esta nuestra sociedad farisaica, que no dependa de lo cargado que tengan sus bolsillos de dinero. Y éste es el verdadero "quiz" de la cuestión.
No es lo mismo entrar en una patera, que por la línea aérea de tal o cual país con una vitola de semi diplomático, sin serlo. No es lo mismo caer derrengado en una playa de Málaga después de atravesar el Estrecho, que derrumbarse en el sillón de un hotel de cinco estrellas en Puerto Banús. ¡Claro que no es lo mismo!.
Y no por dar la bienvenida al jeque de los petrodólares, nos despreocupemos, como Estado y como pueblo, del pobre subsahariano al que, encima, le ha costado un dineral que le envíe a Europa la Mafia de turno. ¡También hay que luchar contra ellas y ser expeditivos!.
Y, si queremos que seamos una nación estimada, deberemos tener el pulso firme; y eso implica aplicar la ley con justicia contra el delito y aplicar la  voluntad más sensible con el necesitado.
Hoy es una tarde gris, de un día gris, que invita a reflexionar ante una taza de café humeante... a quien la pueda tener.
Hoy es una tarde gris pensando que tiene que hacerse un escarmiento con los tipos que han cometido el brutal atropello en París. Hoy es una tarde gris que nos permite pensar que hay un mañana y que caerán. Hoy es una tarde gris en que no nos debe cegar la tragedia y mirar al musulmán como lo que es, otra persona más. Hoy es una tarde gris de temple, de sosiego, de contar hasta diez...y seguir si es preciso.
Hoy es una tarde gris; pero, por desgracia, es sólo una tarde para el resto del mundo. Hoy será, para siempre, una tarde gris en los corazones de los familiares de los caídos.

No ha sido un buen día, no.


Presentado al Concurso de Cuentacuentos "La Ciudad de las Mil Culturas",  2015 (VI Edición), S.O.S Racismo Madrid.

martes, 17 de febrero de 2015

Generacional


Mi camada, es esa que  sufre , entre comillas, las consecuencias de aquél mayo del sesenta y ocho y el ya trasnochado movimiento "hippie", rebelde contra todo, pero con un claro trasfondo anti guerra de Vietnam; lo cual no le quita ningún mérito, ni se lo añade en sí mismo pues el tiempo ha demostrado que a aquél entusiasta nuevo planteamiento de la vida, al margen de usos poco recomendados, se le unieron muchos advenedizos. No fue una excepción. Históricamente ha ocurrido con todas las corrientes filosóficas o no que impregnaran la vida de nuevos aires.
Y nosotros, los de mi generación, nacimos entre dos sillas y mal sentados en lo que se refiere a algunos aspectos de cambios sociales. También históricamente ha ocurrido a lo largo de los siglos; aunque, parece ser que cuanto más moderna es la época de la historia que vivimos, se desarrolla a más velocidad.
La educación recibida de nuestros progenitores, luchaba entre la manera tradicional transmitida de padre a hijos durante generaciones y la racionalidad del siglo diecinueve en la que se empiezan a cambiar, entre otras razones por la industrialización, conceptos hasta ese momento inamovibles.
 Por eso el mérito de nuestros progenitores; saber concebir y sobre todo, elegir lo que el natural desarrollo de la sociedad, implícitamente, demandaba.
Por ello, en mi familia, en la de muchos, la mujer estudiaba con proyección universitaria. Algo que hoy ni nos planteamos. En mi vida laboral, ya extinta y no por edad, he tenido muchas compañeras; y, aunque siempre hay excepciones como en todo, he de decir que suelen ser mucho más concienzudas en su trabajo que los varones.  Que este inciso personal sirva para lo que tiene que ser normal. Lo que es normal, varón-hembra, en un binomio de equidad ante todo; sin cuotas en listas electorales o por plantillas de empresa.

El que es mejor, ocupará el mejor cargo, sin mirar si es hombre o mujer. Ese debe ser el reto del futuro; no del futuro de programa electoral; sino del de dentro de un minuto. 


Presentado al II Certamen de Relatos Breves "La Igualdad como Valor en la Sociedad", 2014-2015.  Concejalía de Servicios Sociales, Sanidad y Consumo del Ayuntamiento de Segovia.

Una única posibilidad


¡Tienes cáncer! Qué suerte, es de tiroides. Dos operaciones. Tiene muy buen tratamiento: Medicina Nuclear. Muy limpio. Un año. Dos. ¡Fracaso!

No ha hecho efecto. Noticia: no se puede hacer nada. Contra noticia: ¡Cómo que no! Otra operación. Ocho meses de rehabilitación. Dura. Y no sólo física. Programa piloto con pastillas. Me muero. Predicción: seis meses. Rectificación de dosis. La enfermedad se hace crónica. Pasa el tiempo. Cinco años. Las pastillas ¡curan! ¡Vivo!


Presentado al I Certamen de Microrrelatos "Valores Humanos". Creatividad Literaria.





Diminuta legumbre



Has sido, eres y serás, diminuta legumbre, la reina de nuestra lumbre, en las frías  mañanas o atardeceres en dónde creces, aquí, en tu tierra, en esta paramera espléndida enorme que convoca a provincias uncidas por la Historia y que aúna estómagos más allá de virtuales fronteras.
Lenteja modesta, por tu dimensión; altiva Princesa por tu condición de alimento sobrio, generoso; pilar fundamental de muchas economías desde la época medieval, hasta nuestros días.
No por ser cotidiana, te escondes sólo en los fogones de nuestros pueblos pequeños y dispersos; tu fama ha logrado traspasar las cocinas de los mejores chefs, de las mejores manos culinarias; al menos las más famosas.

Te han llevado hasta el lugar que ocupas: tu humildad, el número de bocas de estómagos agradecidos a través de los tiempos y la inevitable fama cuando algún Gran Maestro de Cocina, estudiando las costumbres de algún lugar, te redescubrieron; algo que el pueblo llano, sabía desde generaciones.


Presentado al II Concurso de Microrrelatos Lenteja de Tierra de Campos. Consejo Regulador de la IGP Lenteja de Tierra de Campos. 

Nocturno


La gran terraza de la mansión marinera parecía estar colgada en el acantilado de aquél mar en calma. Una fina y húmeda brisa acariciaba el rostro del único ocupante del lugar. Tomó la botella de cava y se sirvió hasta llenar una fina copa hacia su mitad. Saboreó  las estimulantes burbujas mientras se oía de fondo las notas de uno de los Nocturnos de Chopin. Derramó una lágrima...



Presentado al I Concurso de Microrrelatos Nocturnos "Inspiraciones Nocturnas". Grupo Diversidad Literaria. Editado en la "Antología Inspiraciones Nocturnas".


Llegaremos



El abuelo, pugnaba por subirse la cremallera de su bragueta a medio subir, con el temblor de los años y del rubor de la situación. Había bajado como pudo hasta aquél urinario público y era invisible para los pocos usuarios. Me acerqué; tiré de la cremallera hacia arriba y su mirada expresó con gran emotividad, sin necesidad de palabras, la más inmensa gratitud.



Presentado al I Concurso de Microrrelatos Solidarios Asociación ISEKIN. Editado por Diversidad Literaria en Antología "Microrrelatos solidarios ISEKIN".


Momentos


A veces juegas, con mi vida, mi cuerpo
deliberadamente, sonrisa pícara
mientras con tu ternura,
cálida y madura,
vacías en la jícara,
en claro cuerpo a cuerpo,
tus pasiones y amores,
tus desdichas y odios
colmadas de temblores
de pillos surtidores
de otros episodios,
también de amores.
Y en la cúspide: solemne,
agitada, angelical,
endemoniada
se te escapa una lágrima, callada
impregnada de amor
pasión y celos,
con un dulce candor
y despertar brutal
de ese mundo virtual
de allá, a lo lejos.


Presentado al III Certamen  "Poesía Erótica. Canarias 2015". Centro Canario Estudios Caribeños –El Atlántico–

Aquellos Sobaos


Recuerdo aquellos "sobaos" pasiegos,  de mis años juveniles, untados en chocolate en un cafetín,  de  Vega de Pas. Me llevó allí, un par de veces mi tío Saturnino; habitual tomador de las "aguas sulfurosas", del Balneario de Alceda-Ontaneda. ¡Cuántos recuerdos! ¡Qué maravillosas sábanas! sobrenombre cariñoso que les puso mi padre ante la magnitud de sus dimensiones.
Hoy, muy divulgados por la geografía española, es posible catarlos en cualquier rincón de España; pero nunca sabrán igual a los que se puedan degustar en la tierra de origen. Puede ser un tópico; pero esa esponjosidad, al menos en mi caso, no la logro descubrir fuera de su entorno natural. Me tirará la "tierruca", que no es mía de nacimiento, pero que la tomo prestada por los veranos que he disfrutado de ella.
Hay más sobaos; no solo los de la Vega del Pas; recuerdo otros del mismo Alceda-Ontaneda, extraordinarios; yo diría que más de pastelería. El elegir unos u otros es cuestión de gustos e incluso de momentos del día.

He recordado el sobao; pero tengo en  la cabeza un buen número de otros productos que estarían cualificados, de sobra, para haber sido protagonistas del  relato de este modesto contador de cosas.


Presentado al Concurso “A qué sabe Cantabria”. Parlamento de Cantabria. Santander
 

miércoles, 11 de febrero de 2015

Mano rota


Mano rota, despilfarradora
llevas tú diciembre cansino
aunque no quieras tu destino;
es así,  te hacemos que seas así....

Y nos abigarramos en la gula
no sólo con comer como un asnino
sino  con consumismo cebollino;
es así, te hacemos que seas así...

Y nos lo reprochamos,
mirando en el espejo anodino
que estas fechas parece de espino;
es así, te hacemos que seas así...

Más cumple el mes y las enmiendas,
apartamos con la mano de beduino
trasportándolas a ese "quinto pino";
es así, te hacemos ser así...

No nos valen los gritos de auxilio
conmovedores como un trino
desgarradores cual rugido de un felino;
es así, te hacemos ser así... 


Presentado al Certamen Literario de Relato Corto y Poesía: Red de Bibliobuses de Guadalajara. (España).

Querido hijo


Ya hace tiempo que te marchaste para iniciar tus estudios en lo que es tu vocación desde pequeño; eres uno de los afortunados que has podido cumplir ese sueño; conseguir ser lo que quieres.
Me consta, nos consta a tu madre y a mí, los esfuerzos realizados durante estos años para superar los cursos, nada sencillos, que has tenido que realizar. No nos contabas la mitad de ellos para no preocuparnos; pero, tu Pilar, curiosa circunstancia, de vez en cuando no podía contenerse y desahogaba sus penas con nosotros.
Nada, por otra parte, que no imagináramos.
Ya has conseguido realizar parte de tu camino. Con tu salida de la Academia y las estrellas de teniente en la manga, es cuando, realmente comienza tu andadura profesional. El deber diario.
El uniforme, los cornetines...forman parte del atractivo juvenil que te enganchó. Ahora, el trabajo diario aunque pueda parecer monótono, es el que te forjará como hombre.
Sé, aunque a tu madre se lo he ocultado, que lo de tu destino, no ha sido obligado. Sé que tu compromiso con España, incluso, va mucho más allá de ese uniforme verde con el que has soñado desde niño, cuando te empeñaste, cabezonamente, que te comprara aquél guardia civil desfilando, de aquél quiosco y que tenía el fusil partido a la mitad. Siempre estará en la estantería del que ha sido tu dormitorio.
Aunque, evidentemente, algo puede sonar a "nuevo", en el contexto terrorista; algo ha cambiado, no por ello estás exento ¡bien lo sé! de cualquier percance en el desarrollo diario de tu profesión. A tu madre le resto importancia; pero soy consciente, como tú, que te puede llegar ese momento.
Pido a Dios no tenerlo que vivir; no soy una excepción; creo que cualquier padre pediría lo mismo. Sé que si tenemos que pasarlo, como dice la canción: "La muerte no es el final"... aunque el dolor se quedará para siempre con nosotros. Pero por muy duro que parezca...lo entenderíamos.
Hijo, estate preparado; cumple con tu obligación, y sé un hombre de bien, como tus padres hemos procurado enseñarte desde pequeño. Por cierto, me dice tu madre que no salgas sin el chaleco a la calle; ya sabes, cosas de mamá.
Un beso de nuestra parte, con la esperanza de verte pronto. Papá.


P.D.- Mamá no ha podido controlarse y está echando su lagrimita reglamentaria.



Presentado al I Certamen de Relatos Cortos “ Benemérita Guardia Civil “.

Sin escrúpulos


Había llegado el primero. Por la emisora había sabido la posible localización del mafioso criminal. Dos minutos le separaban de su habitación en aquél hotel. Entró por la escalera anti incendios. No le dio tiempo ni a defenderse. Le descerrajó dos tiros en pleno pecho con un arma no reglamentaria. Cayó de bruces.

Buscó,  en el armario. Al fondo un maletín tipo bolso, de cuero negro y un tanto tazado por los años, escondía lo que buscaba: Cincuenta mil dólares. Para un detective sin escrúpulos como él, le bastaba. Bajó las escaleras y desapareció.


Presentado al I Certamen de Microcuentos «99 Crímenes Cotidianos»
 

Creo que te conozco


Hoy te espero. Me ha dicho, una de bata blanca, que hoy venías. Estoy deseando de que llegue ese momento en el que pueda coger tus manos entre las mías y sentir tu tacto...¿cómo era? ... se me olvida... a veces, me pasa. ¡Qué tontería! A estas alturas de la vida no voy a saber cómo es tu tacto...
¿Por qué me pongo nervioso? ¡Si hoy te veo! Eres...¿Quién? ¿Quién eres? Pues quién va a ser... la de siempre ¡claro! esto... ¡ya me acordaré! ¿Qué cabeza la mía!
Me han puesto una bata limpia, de estreno; tiene unas diminutas grecas en tonos Burdeos y azul marino; como a tí te gusta; siempre me lo repetías una y otra vez que tus colores favoritos eran el verde y el amarillo. Por eso la bata nueva...
Desde que eras pequeña, las diademas y lazos de tu pelo eran de esos colores; me recordaban a las escarapelas de las cuadras de caballos de carreras...¡Qué curioso...me estoy imaginando la carrera!
¡Qué tontería,! ¿Pues no te estoy equivocando con mi hija?
El médico, o ese señor que a veces se pasa y me dice que lo es, ha estado un buen rato hablando conmigo y me ha suministrado una pequeña pastilla para relajarme. Casi se me olvida; una compañera, en la comida, me lo ha recordado; estaba pendiente de mí; tanto, que a ella se la ha olvidado tomarse la suya. ¡Qué cabeza, madre!
Me han obligado a echarme la siesta. Ya sabes que la odio; pero me han convencido diciéndome que acortaría el tiempo hasta la hora de la visita.  Me he dormido profundamente. Han tenido que venir a despertarme para ayudar a asearme un poco y estar presentable cuando llegues.
Yo estaba a gusto contigo, hace un momento, antes de que nos importunaran; te cantaba la "Nana de la cebolla"; la que te canto todas las noches para que te duermas... mientras cojo tu regordeta mano entre las mías...¡Cómo no voy a recordar tu tacto!...
"¡Francisco, tienes visita!". "Abajo, en la salita de las azucenas blancas"... Me ayudaron a llegar hasta ella. Abrí la puerta y me encontré, cara a cara, con una mujer adulta, rubia, de ojos verdes, pelo ensortijado, que me miraba dulcemente.
¡Qué señora más simpática! ¡Si no me conoce!¡Debe de ser muy agradable, si me recibe así!
Se inclinó hacia mí y depositó un suave beso en mi mejilla. Era una extraña, no cabía duda, pero aquél beso sonaba en mi cerebro a antiguo y a cotidiano; como de andar por casa... como algo cercano y natural... ¡Qué tontería! ¡Me pasa cada cosa! 'Si no la conozco de nada!
"¿Papá, qué tal estás pasando el día?" "¿Has comido todo lo que te han puesto en el plato?" "¿O lo has vuelto a intentar cambiar por medio paquete de cigarrillos?".

La conversación no me gustaba. Me había llamado papá y era, claramente un error, pues aunque se daba cierto aire a mi niña, pero en mayor, mi hijita no tenía más allá de cinco años. Y luego, me jorobaba, tremendamente, que supiera tanto de mis trapicheos en aquella casa. Yo intentaba fumar, pero siempre me pillaban ¿Quién sería el chivato? Se me pasaban las ganas en seguida; ni tan siquiera sentía la necesidad de fumar. De hecho, no he logrado fumar ni un solo pitillo desde que me trasladaron a esta nueva casa.


Presentado al Concurso Relato Corto sobre Alzheimer. AFAGA.

Expiración


La mirada, antes cristalina,
desaparecía apagándose
como una luminaria mojada
y crepitando , quejosa por írsele la vida...
Él la observaba, entreverados los ojos
por un humor vítreo,
 cual caleidoscopio monocromático
intentando insuflarla
su ánimo, su amor, su vida,
su adiós...



Presentado al I Concurso de Poesía Romántica "Versos desde el Corazón". Diversidad Literaria. Elegido para Antología: Versos desde el Corazón.



La mala sombra


Le vi en la esquina, de soslayo, al amparo de una entumecida y lúgubre farola que tintineaba a intervalos como un faro desvencijado y sometido por los envites de una gran tormenta.
Su situación lo delataba más que por la iluminación, escasa, por el intermitente humo que , constantemente, salía de su boca y fosas nasales al exhalar, pitillo tras pitillo; dejando, en el suelo mojado, las humeantes colillas que lanzaban un débil crepitar al irse apagando.
No hacía demasiado frío; pero reinaba una gran humedad en el ambiente. Había llovido y eso le obligó a alzarse el cuello de su raída americana y a calarse, un poco más, el desgastado sombrero que pugnaba por mantener una postura más o menos decorosa, sobre aquella cabeza poseedora de tanto pelo.
Enjuto, mirada ida, hacia  el fondo del infinito, como la que tiene aquél que está ya de vuelta de todo; mantenía una pierna en ángulo flexionada contra la pared a modo de contrafuerte para aguantar mejor la espera. Espera que podría alargarse en el tiempo; era uno de los hándicap con los que siempre había que contar...
Sus pensamientos le llevaron a unos años atrás; dos o tres lustros, en los que su función era mucho más cómoda y, sobre todo, mejor remunerada. Sonrió al recordarlo con una mueca a medio camino de nada; como quien sabe por qué  ha llegado a estar, en ese momento, al capricho de los rigores del tiempo; pudiendo haberlos catado de una manera mucho más benévola.
La vida es así. Luchas, pero no siempre consigues lo que quieres y más en un mundo rodeado por la corrupción, por el hampa; contubernio ideal para que cualquier aprendiz de "lo legal", termine por ser maestro de lo oscuro, de lo ilegal.
El alcohol, le servía de poco. Había llegado al punto en el que medio vaso, le servía para conseguir un estado lo suficientemente poco lúcido como para no ser consciente de las aberraciones que se podían llegar a cometer en su oficio; ni llegar al completo pasotismo que le pondría en peligro su propia suerte, su vida.
Él se había quedado a medias. Una fuerte formación inicial, durante su infancia y juventud, aún hoy, le impedía llegar a tocar fondo, donde reinaba, por completo, la inmoralidad más profunda; la más inhumana, la más ruin. Pero la bordeaba estrechamente, como si bailara un tango apache con ella, gozaba de cierta diversión, cuando sentía que entrelazaba su vida entre las faldas mortíferas de aquellos bailes de callejuelas malolientes y ávidas de muertos.
Aquella noche el encargo era vigilar a un chulo de medio pelo, nada importante en el mundo de esas calles; pero que a él le permitiría, si controlaba gastos, poder ir tirando quince días, asegurando, al menos,  una comida caliente al día. Era más que suficiente.
Crujió una puerta al ser importunada y obligada a abrirse, a cierta distancia de sus espalda y un débil haz de luz, apareció en el pequeño intervalo que tardó en cerrarse de nuevo. En la sombra, se distinguía el díscolo caminar de un par de tacones que se negaban a dar un paso correcto detrás de otro. Se acercaban. La figura, casi fantasmalmente pintarrajeada la cara, pasó rozando la espalda de él, que había abandonado su anterior lugar de vigilancia por uno menos discreto, en una pequeña columna de madera mucho más expuesta a todo.
Resbaló, tímidamente, las manos por los hombros fuertes de lo que parecía una estatua un tanto humanizada y, la fulana, buscó, con esa mirada que sólo una como ella sabía hacer para encontrarla con la de aquél hombre.
Éste la miró con sus ojos grises, vacíos de esperanza y de deseo y que la taladraron hasta el lugar más recóndito de su cerebro, haciéndola tambalear hasta casi caer. Abrió, con mucho esfuerzo sus ojos,  desorbitadamente, como si aún estuviera poseída por aquella mirada, y, con el miedo dibujado en su rostro, se fue retirando paulatinamente, sin hacer el menor ruido, al amparo de las sombras aliadas de la noche... y desapareció para siempre en vida.
Dos minutos más tarde, un grito desgarrador, partía el silencio de la negra noche, rasgando la bruma por donde había desaparecido la prostituta. Un tributo más que se habían cobrado esas calles. Luego, la nada.
Siguió su acecho imperturbable; cambiando escalonadamente la posición de sus piernas para que no se entumecieran; y así estuvo algún tiempo más; no supo cuánto. Al cabo de otro rato se acerco un coche hasta él y una mano le alargó, a través de la ventanilla del copiloto, sin mediar palabra, un café caliente, y, con la misma cantidad de verborrea derramada al llegar, sin decir adiós...arrancó y volvió a desaparecer tras la siguiente esquina.
Comenzaba a llover; era esa lluvia lenta, perezosa, tonta, que calaba hasta los huesos. Apretó aún más su sombrero contra su cabeza y aguantó, estoicamente, el chaparrón bobalicón que, el Cielo, había decidido descargar en esos momentos ¡Como si no lo pudiera haber decidido hacerlo, horas más tarde!
La pocas luces rojas intermitentes, anunciadoras de aquellos prostíbulos de mal cariz, fueron apagándose a medida que se hacía más tarde y. sobre todo que, en aquella noche de perros, los clientes eran más bien escasos; con lo que fueron cerrando y recogiéndose lejos de aquellos callejones adictos a la muerte, con inusitada presteza.
 No le sintió llegar; el mastodonte de medio pelo aprovechó su presunta distracción , mientras contemplaba la retirada de las últimas rameras de aquellos tugurios y le lanzó una cuchillada por la espalda a la altura de sus costillas dorsales; pillándole  desprevenido; y una punzada húmeda y cálida le hizo comprender que había sido herido profundamente.
Intentó asirse a su potencial asesino, pero no lo consiguió. Por fin , tras varios tumbos, consiguió agarrarse, lo más fuerte que pudo a su exigua atalaya para hacerse cargo de su situación. No había ni rastro de su agresor y, además, él se encontraba bajo un iluminado radio provocado por la farola que se encontraba en la cúspide de aquella maldita tabla redondeada, de madera. Se apoyó en ella intentando recobrar las escasas fuerzas que el tremendo machetazo, le había dejado.
Se irguió lo más noblemente que supo y consiguió dar unos pasos buscando el abrigo que le proporcionaría la penumbra  que se extendía detrás de él. Hacia allí caminó.
Dio un par de pasos titubeantes e inseguros  y tropezó con el cuerpo inerte de una mujer; aquella que, escasos momentos antes, le había rozado con sus lascivas manos. Ahora, le ofrecía sus enaguas al aire húmedo de la noche en una rocambolesca y espontánea antinatural postura.
Las rasgó y con unos cuantos girones, improvisó una venda que, al menos, contuviera un rato la alarmante hemorragia que salía de su costado.
Entró en un viejo y destartalado almacén abandonado a su suerte y se detuvo junto al vano de la única ventana de la estancia que, milagrosamente, aún conservaba intactos sus cristales sucios y polvorientos. Pasó la mano por ellos con la sana intención de aclarar un tanto la visión desde donde él se encontraba; aunque el efecto producido fue un emborronamiento mucho peor de la superficie cristalina. Se acomodó en el quicio, oteando el exterior con la intención de captar cualquier movimiento que se produjese; a la vez que encendía, con la colilla del anterior, el enésimo cigarrillo. Aspiró el humo y el dilatar, casi involuntario de sus pulmones, le hizo recordar que, en su espalda, había una herida seria, que le dolía profundamente.
Las sirenas policiales y de ambulancias sonaban a distancia como un eco lejano entre aquellas callejuelas ajenas a todo lo que pudiera ser llamado vida. Por allí, ni los agentes del orden ni los servicios medicalizados, patrullaban o se atrevían a entrar para socorrer a los heridos que, continuamente, se producían. Allí, el herido salía sólo al "mundo exterior" o era arrojado a las apestadas cloacas si pasaba a ser un cuerpo inerte; o, incluso a veces, cuando todavía iba camino de convertirse en uno de ellos.
Recuperó algunas fuerzas; las suficientes como para acercarse hasta la última caseta iluminada con sobrenombre de "café", aunque en realidad era u antro de las más bajas pasiones; pero que, por lo menos, le podría proporcionar un brebaje caliente para su estómago y un eficaz antiséptico, por los muchos grados de alcohol que contenía, para su herida.
Una maldición que hizo temblar los cimientos de toda una lejana educación religiosa recibida, salió escopetada de sus labios cuando derramó aquella "tisana" sobre las vendas que cubrían su llaga. Se recuperó poco a poco y comenzó a degustar aquella "agua sucia" de fregona sin aclarar, que parecía el líquido que contenía aquella taza; aunque, al menos, humeaba.
Oyó el chirriar de la puerta al abrirse cuando su mano estaba a medio camino de sus labios para saborear el primer sorbo de aquél café. Completó la acción mientras, por el rabillo del ojo, escrutaba sus extremos para comprobar quién era la persona que acababa de entrar por la puerta. No logró descubrir a nadie y siguió con un segundo sorbo. éste mucho más profundo y sosegado, tratando de sacar a aquella bebida el extracto del mejor café con el que se hubiera podido deleitar en toda su existencia; a su cerebro, así se lo pareció.
Dejó la taza en el sucio platillo y giró hacia donde él sabía que se encontraban los malolientes y desasistidos servicios. Se dirigió hacia ellos e intentó orinar. Sólo consiguió derramar una cuantas gota de sangre en aquél urinario de color indeterminado por la mugre. Volvió a subir la cremallera de la bragueta; lavó sus manos con un jabón que albergaba más gérmenes que otra cosa y restregó sus manos mojadas por la pechera de su camisa, para secarlas mínimamente. Salió, de nuevo, a la estancia principal del "café" y terminó de un trago, el resto que le quedaba en la taza ya frío. Pidió una segunda consumición.
Inmediatamente notó que algo había cambiado. Observó que las dos rameras del fondo del mal llamado salón, habían abandonado las atenciones que, hasta ese momento, dedicaban a un alma en pena borracho hasta el extremo de estar completamente desparramado sobre lo que, presumiblemente, era una mesa. Las chicas, en el sentido más figurado de la palabra, dirigían subrepticias miradas en dirección a él.
En un rincón, en la penumbra, atisbó un bulto que, sin lugar a dudas, correspondía a una figura humana.
Algo sintió dentro. Un escalofrío recorrió su columna vertebral, llenando su frente de gruesas gotas de sudor. Eso, le hizo comprender que aquella aparición era la causante de su herida.
Volvió a sentir verdadera urgencia de orinar; no sabía si sólo era el hecho fisiológico.
Antes de encaminarse de nuevo a los aseos, recogió, con la mayor cautela, la cucharilla con la que había dado vueltas al brebaje que pasaba por ser café y prosiguió su camino.
Dentro de los servicios, había tres puertas. Entró en la primera y se apoyó sobre ella con todas las fuerzas de las que disponía.
No habían pasado más que dos o tres minutos, cuando oyó unos pasos que se acercaban. Quien fuera, estaba claro que quería terminar con él. Pasó por delante de su puerta, hasta el fondo y escuchó cómo con mucho sigilo abría la última. Silencio. Unos pasos más, acercándose. Se pararon a la altura de la puerta de al lado. Leve ruido que delataba que ésta también se abría. Nada. Otro silencio. Un par de pasos más habían situado a su posible verdugo frente a la puerta que, con su cuerpo, intentaba blindar.
El latido de su sien le marcó la pauta. No esperó ni un segundo; con un fuerte y violento empujón, desencajó la débil puerta, partiéndola y arrancándola de sus ineficaces y pequeños goznes; chocando, impetuosamente,  contra el cuerpo del atónito maleante, quien no se esperaba tal impacto y cayó hacia atrás con los restos de la puerta y el atacante sobre él.
No pudo reaccionar; su mano con el cuchillo asesino, no pasó más allá de iniciar la orden recibida de su cerebro. Un agudo grito de dolor es lo único que pudo emitir su boca. Como si de un afilado estilete se tratara, la inocente cucharilla había entrado por la cavidad de su ojo izquierdo, arrancando la órbita y ocasionándole una profunda hemorragia.
Intentó zafarse del peso de su agresor que le mantenía casi sin poder moverse, cuando un golpe seco, sobre la cucharilla, le permitió librarse del dolor... le acababa de atravesar el cerebro.
Jadeando, se incorporó. Mínimamente manchado de sangre su mano derecha, se acercó a uno de los lavabos y se la limpió.
Trasladó el cuerpo al maltrecho retrete cuya puerta yacía en el suelo completamente hecha añicos y le sentó en la propia taza. Allí lo abandonó.
Salió y se encaminó hacia la barra. Todas las miradas, la de los escasos usuarios que había, le seguían a hurtadillas. Apuró su café claramente frío, pagó con cierta generosidad y tras cerrar la puerta del bar a sus espaldas, se dispuso a perderse, una noche más, por las peligrosas callejuelas de aquella zona de la ciudad... su ciudad.
Hacía fresco, había caído un poco la temperatura.
Proseguía la monótona y tenaz lluvia cojonera, que calaba hasta los corvejones. Con un gesto, completamente automatizado, alzó la solapa y el cuello de su americana y remetió, lo que dio de sí, el sombrero sobre su cabeza... caminó...
Ya no quedaban luces; las primeras penumbras del alba, dejaban entrever un nuevo día; un sonido de sirena de una ambulancia se acercaba. Parece que esa madrugada, algún novato inconsciente, iba a tener su primer encuentro con la vida real, callejera.

Con un brío renovado y una mueca de las suyas, camino de nada... comenzó a silbar...


Presentado al XI Certamen de Relato Breve “Gerald Brenan”.

La gota


Subí hasta el quinto piso de aquella casa ancestral de cuento de terror; de anchos peldaños de madera que cedían, tras cada pisada mía; con un quejido ebrio de miedo y de advertencia sibilina hacia lo incierto.
Frente a la puerta, llamé, en aquél timbre de rueda que se anunciaba por todos los rincones de aquél mausoleo.
Oí pasos cansinos, meditados, contados con la intención de poner nervioso a quien se encuentra en el otro lado de la entrada. Cesaron. La Nada. Era como, si de pronto, nada estuviera ya allí; ni incluso yo. Me veía desde un ángulo cenital, extracorpóreo, inspeccionando la escena.
¡Click! Las escasas luminarias de las escalerillas, se apagaron al unísono. Tanteé la pared; di con la llave y no pasó nada. Se había ido la luz... o la habían cortado.
Un ligero roce, suave, provenía desde el vano de las escaleras; rozaba sutilmente, los peldaños. Avanzaba despacio. Firmes, yo aguantaba, más por miedo, mirando fijamente al ojo de buey, amplio, que se disponía frente a mí en mitad de aquella puerta.
El susurro resbaladizo paró tras de mí; casi notaba su contacto contra mi espalda. Una gota desde mi nuca resbaló y, lentamente mientras se deslizaba por mi cuello, erizaba cada pelo que rozaba en su continuo resbalar; con una clara vocación de maridaje con aquello que se encontraba detrás de mí.
Siguió y siguió bajando; hizo un quiebro a la goma de mis calzoncillos y penetró, como un cuchillo letal, resbalando y penetrando entre las carmes más innobles de mi cuerpo.
Era la primera, la avanzadilla... la siguieron muchas. Temblaba; el ser que se había deslizado como un fantasma por las escaleras, estaba tras de mí, presionándome con su mirada mi nuca.
¡Click! Volvió la luz; azorado, sudoroso y muerto de miedo, decidí darme la vuelta y enfrentarme a lo que allí estuviera.
Una voz angelical, de una preciosa niña de ojos verdes, que me miraban desorbitados, me espetó: ¡Qué miedo hemos pasado, señor!

No recuerdo nada más que el silencio posterior.


Presentado al II Certamen Walskium de Microrrelato de Terror y Fantástico.