miércoles, 17 de diciembre de 2014

Inauguración




Arquitectura tártara, evocadora, de aventuras juveniles provocadoras; me traes a la memoria, divagadora, unos momentos únicos, tiernos, ávidos en mi memoria...
Esos recuerdos íntimos de hace unos años, cuando te conocí por un reclamo, publicitario. Sin duda, fue el destino, quien quiso allí juntarnos, fue la casualidad quien, con engaños, nos llevó al mismo hall acristalado.
Las maletas sicarios del plan preconcebido, jugaron el papel que se las había pedido y diestramente, decidieron mezclarse entre la gente, obligando a buscarlas con gran revuelo, demostrando el personal su enorme celo.
Aparecieron, me llevaron la tuya y un número apuntado. Subí dos plantas,  busqué el pasillo, respiré hondo...estaba helado. ¡Qué sensación más rara! Llamé a la puerta, dos grandes ojos negros fue la respuesta.
Ahora volvemos juntos, son cinco años, desde que en ese hall, nos encontramos. Lo celebramos. Pronto en casa estaremos de cumpleaños.
Mandarín: cumple conmigo más de cien años.



Presentado al 4º Concurso Relatos Brevísimos Mandarín, 2014. Hotel Mandarin Oriental. Barcelona.

martes, 16 de diciembre de 2014

La meritoria


Entró por el portalón marrón
agitada, inquieta, roja
como una granada aloja
el grano en su vientre reventón.

Tenía una prueba abierta
 unas cuantas "meritoras",
lejos de esas viejas glorias
que las cerraban la puerta.

¿Dónde estaba el texto escrito?
¿Dónde se fue la cabeza?
¿Dónde perdió la belleza
hace un momento...un ratito?

Sudores, náuseas, reparos,
lágrimas, nervios, recelos;
la audición comienza ¡cielos!
Jurado ¡por Dios! ablandaros...

Semanas después, retornaba
a través de la portilla;
levantada su barbilla;
con su mirada... ruborizaba.



Presentado al VII Concurso de Poemas Temáticos Redo Social de Poesía: "El Cine", 2014. Portal cultural “Soypoeta.com”.

jueves, 11 de diciembre de 2014

Limpiar



Querida España, que te desgranas
como un milhojas en el café,
las corruptelas, y soy benigno,
hacen indigno
aquél perdón que yo rogué
de malas ganas, a algún pelanas.

Son sólo ejemplos de latrocinios:
el "caso Gürtel"; "Mercasevilla";
"Palma Arena"; "ERES" o "Troya";
son una joya
barata, fea, de "La Bastilla",
que deja a España en calzoncillos.

"Caso Facturas"; ahora la "Púnica";
no quedan sitios para el sonrojo,
hay que llevarlos, de prisa, al trullo
y no hacerlo con voz de arrullo;
sino con brío, temple y arrojo
que La Ley es de todos, sola y única.



Presentado al I Concurso Literatura Abriendo Puertas, 2014. Proyecto Literario Grafomanía y el Centro Provincial de Casas de Cultura. Guantánamo.  (Cuba)

Sueños


Y la paloma, herida más en su orgullo que en su propia ala, permanecía aletargada en aquella especie de hornacina, dentro de un campanario huérfano de nombre, sin utilidad, pues se la había llevado un obús por delante, conservando enrollado aún en su pata, el mensaje que su amo, un soldado israelí, le dedicaba a una niña moruna de grandes ojos verdes, palestina; donde le explicaba en qué punto deberían encontrarse los dos.
Una alarma aérea cortó la noche y un millón y medio de sueños a la vez...



Presentado al IV Premio Internacional de Microrrelatos Museo de la Palabra, 2014.

Pronto


Cayó a mis pies,
me agaché a recogerla
como si fuera una perla
abierta su concha al bies.

El ciempiés
pensó lo mismo;
puede que eso fuera un signo
o pensamiento burgués
pues ese bicho maligno
empezó a devorar la hoja,
esa, pequeñita y roja
que una primera ventisca
altanera, berberisca,
fuera de toda deshoja
arrancó a la pobre hoja
dejando a una rama coja,
tosca, fea y con arista.

Nació para ser comida
antes de desarrollar
su rol, como es el blindar
al árbol, con su actuar
de pulmón inteligente
que le aporte ese nutriente
y le haga respirar.


Presentado al VIII Certamen  de Poesía “Amigos de la Herradura”, 2014. Tenencia de Alcaldía del Consistorio de Almunécar. (Granada). 

Castiza



Plaza Mayor de Madrid, plaza de los Austrias, de los Borbones, de España; cuadrilátero rojizo; centro de reuniones, de turismo, de excursiones, de quedadas, de terrazas, de puestos de Navidad, antiguamente de sellos, de domingos, de paseos, de serenatas veraniegas en las sombras de la noche a las que asiste, cual testigo mudo, un Felipe, el segundo, a caballo de los tiempos, de los suyos de los nuestros.
Herreriana, remozada con tintes castizos, tunos que voltean sus banderolas incitando a las mozuelas, con requiebros oportunos a sonrojarse o sentirse la mujer más importante, por las cintas de una capa que, asemejando a la de Luis Candelas, se ampara, bajo unas velas, para decir a aquél tuno que sería muy oportuno que pasara algo más tarde, por detrás, por algún que otro parque donde seguir sus requiebros.
Cuchilleros, ojiva, ciegos de sinsabores, recorren tus mil rincones, solitarios inconfesos.
Noches de juerga, de soliloquios, de amor a primera vista y de segunda y tercera, que allí lo mismito quedan los que van al atún o al duque.
Plaza que arrastra sabores de buñuelos, de tus porras, de churritos madrileños, de castañas y de sueños... y de amores.
Familiar por las mañanas, jaranera por las tardes, lugar para cualquier cita que, junto al madroño, el oso todo vigila, desde otra plaza cerquita.
Punto de unión, de reencuentro con amigos, padres e hijos; con otras civilizaciones que necesitan lecciones de tu hospitalidad castiza.
Volveré, volveré una vez más, a tu emplazada cita.


Presentado al I Certamen de Microrrelatos “MADRID, HISTORIAS BREVES”, 2014.  Chiado Editorial.

El guineano



Tengo a gala ser hijo de un militar de aviación, quien durante cierto tiempo, y como consecuencia de un ascenso, estuvo pensando, seriamente, ocupar una vacante libre de comandante en Bata, la capital de "nuestra" Guinea. No fue así y, el destino quiso que mis lazos con ese continente no vinieran hasta muchos años después.
Los guineanos, en aquella época, eran ciudadanos españoles como el resto de la gente de los diferentes Protectorados y o Colonias; consideradas, a todos los efectos, unas provincias españolas más. Como tales ciudadanos españoles, tenían que hacer el servicio militar, obligatorio para todo varón en aquellos años.
Y a mi tierra vinieron varios. Recuerdo a uno muy especialmente, pues quería ser practicante; lo que años más tarde devendría en A.T.S.
Y yo me puse malo. Y vino el bueno de García con su "ayudante" en prácticas para eso... ir practicando. Y debieron de pensar que aquél culillo de chaval tierno, debía de ser lo más apropiado para practicar el "arte de cómo clavar una aguja bien".
García amenazaba, pero no daba... se trataba sólo de enseñar; pero el bueno del guineano, no sé si por la expresión que ponía al intentarlo o porque a mí se me venían a la cabeza los malos picadores en la suerte de varas, el caso es que cuando le veía venir, yo tensaba toda aquella parte sonrosadita, para por si acaso, y, el resultado, no podía ser más desalentador para el alumno, profesor, padre de la criatura presente y para el sujeto "paciente", en este caso.
La aguja rebotó varias veces hasta alturas insospechadas; hasta que, el rango, en este caso, decidió cortar por lo sano y que el "acerico" en el que se había convertido el culete de su hijo, no llegara a más.

El chaval guineano, del que siento, sinceramente, no recordar su nombre, con el tiempo volvió por mi casa agradeciendo a mi padre el trato recibido mientras estuvo en el servicio militar; y, nos contó, que gracias a lo aprendido, su profesión iba "viento en popa". Por cierto, mi popa, por si acaso, no se despegó, en toda la visita, de la pared.

Presentado al XVIII Concurso de Relatos Cortos “Tomás Seral y Casas” , 2014. Biblioteca Pública Municipal de Alagón. (Zaragoza).

viernes, 5 de diciembre de 2014

Poema del ferrobús




Resulta ser entre  decenios
de cuando data esta historia,
sesenta, setenta, ¡la gloria!
de unos chicos de un quincenio.

Éramos privilegiados
disfrutábamos del estío,
como ése o aquél tío
y de lejos vigilados.

Teníamos nuestra Quinta
para el solaz veraneo,
comunitaria, como recreo
de una pandilla distinta.

Y era grande, basta, extensa,
era de un Ministerio,
pero sin un gran misterio
se paga lo que se dispensa.

Nada de arrimar la cara
a lo público con jeta,
pues se haría la puñeta
o incluso, quizás, se hurtara.

Nuestros padres eran serios
reales, justos, ¡cabales!
y ponían a sus chavales
en unos trenes de amperios.

¡Vamos de los de cercanías!
que tampoco era tan malo
el olor  casi a caballo
mezcla de muchas jaurías.

Mujerucas con sus pavos,
huertanos con sus cebollas,
montañeros con ampollas
descalzados, los muy bravos.

Mezcolanzas de aromas
identificando espacios
alojándolos, reacios,
en nuestras seseras romas.

Guitarreo altisonante,
voces del todo inhumanas,
sonaban como dianas
de cornetas aberrantes.

Revisores tolerantes
con los chicos de Recajo
que es dónde subo o bajo,
al grupo de veraneantes.

Llegada tempranera por la tarde,
asueto largo, siempre poco,
a todos nos da siempre un siroco,
al retornar al resguarde.

Ferrobús, querida oruga
de aquellos tiempos felices,
no sé si habría perdices,
¡nos parecía beluga!

No hay duda, la edad, seguro,
cubría con alegría
nuestra vida y...mulliría
lo de alrededor, más duro.

¡Quién tuviera un ferrobús
en la puerta de mi casa!
y volver cuando rebasa
la ansiedad, como un obús.


Presentado al l Certamen Internacional de Poesías “Viajeros al Tren”, 2014. Centro Cultural Kemkem y radio la Voz de Quequén. Buenos Aires (Argentina).

El último de la fila



Me apunté al cross. Correr entre vaguadas,  subiendo y bajando  la Rasa por los vericuetos de la sierra caliza, aportaba, por entonces, más a mi espíritu que el propio sacrificio que suponía, en sí misma, la carrera.
Todo parecía ponerse contra mí. Al frío natural de la época del año, se sumaba una impertinente llovizna que enlodaría el recorrido, haciéndolo mucho más duro.
Se dio la salida. Empecé, poco a poco, a acompasar respiración y ritmo de carrera en la que me encontrara lo más cómodo posible. Me pasaba todo el mundo. Un sotobosque emergía ante mis ojos, por donde fueron desapareciendo, engullidas por las ramas, las rápidas figuras que me precedían
Seguí corriendo. Un sonido gutural, se aproximaba a mi por mi espalda. No me atreví a volver la cabeza. Cada vez estaba más cerca. Empecé a notar  las vibraciones que trasmitía su poderoso correr.
No cabía duda; un animal de gran tamaño se acercaba hacía mi, velozmente.
Estaba pisándome los talones; en cualquier momento, me atacaría.
Me rebasó, con prontitud. Un enorme esqueleto de anchos huesos cubierto con un taparrabos, mascullando un: ¡Ugggg! Desapareció.

Me desperté en medio de la carrera. Era un circuito. Yo, seguía el último.


Presentado al V  Certamen Internacional de Microrrelatos Cross de Atapuerca, 2014. Instituto Provincial para el Deporte y Juventud Excma. Diputación Provincial de Burgos.

La niña de los lazos



Tenía tres lazos, tres,
el trajecito precioso,
color marrón, cual ciprés
que cubre con un manto al bies,
sus frutos color leñoso.

La princesita lo porta
con primorosa elegancia,
envuelta en una fragancia
que a ella no la importa,
pues está aún en la infancia
y nada, nada la corta.

Revoltosa, pizpireta,
su pelo en una coleta,
rubita, muy repeinada,
con una alegre mirada
marrón, color piruleta
o chocolate a la taza.

Lucía, tu nombre inscrito
en el santoral con vista;
sé, que te haces la lista;
cuando leas este escrito
en verso ¡es una pista!
pues para ti es, cielito.


Presentado a la XLVI Cata del Vino Nuevo Y Anochecer Poético, 2014. Grupo Artístico-Literario “El Trascacho”. Valdespeñas (Ciudad Real).

Estirpe




La Historia, en mi cabeza
es, más bien, una historieta,
dicho sin ser despectiva,
ni, por supuesto, lesiva
sino porque el cerebro veta,
con la edad, cierta agudeza.

Por eso es, si buceo,
en los anales del tiempo,
el Vino de Valdepeñas
crece entre las cigüeñas
y zarcillos de entretiempo
siendo tu hermoso trofeo.

Tus tierras cobrizas, rojas
con cuarzos acristalados,
arenosas, espolvoreadas
de minúsculas cascadas
de cantos ahora trillados
por el clima que despojas.

Forman, el sustento nato
para que tus frutos, varios
emerjan como las cuentas
de perlas que tú patentas
en tus sistemas binarios,
con gran recato.

Y así, entreveras
con pasión, estudio y trato
uvas de Airén, Chardonay, Macabeo,
con las que tras buen laboreo,
y sin darlas gran boato
consigues lo que quisieras
un perfecto caldo blanco
cordial, afable, franco.

Y en las cepas aledañas
cultivas las Tempranillas,
las Cabernet Sauvignon, Garnacha,
la mezcla que te emborracha
de aromas que hacen cosquillas
en las profundas entrañas;
un caldoso vino oscuro,
de espectacular futuro.



Presentado a la XLVI Cata del Vino Nuevo y Anochecer Poético, 2014. Grupo Artístico-Literario “El Trascacho”. Valdepeñas (Ciudad Real).

viernes, 28 de noviembre de 2014

Denunciar




Dicen, que digan, las gentes
que esto es moda o manera,
casi, casi que es innato
al ser humano y su Era,
desde el comienzo, las fuentes.
Es un vil asesinato.

Lo de machismo, me sobra;
lo de género, también;
parecen palabras vanas
¿por qué no, y sin desdén
el ser humano recobra
sus prudencias, ya lejanas?

¿Por qué le ponemos nombres
como para disfrazarlo?
Es, simplemente, sonrojo
lo que hace adulterarlo;
seamos, seamos hombres
y no les demos acojo.

Denunciemos al ofensor
de otras personas comunes,
sean mujeres u hombres,
que no queden más impunes;
que no eres delator
por descubrir esos nombres.


Presentado a la  II Edición Certamen Poético "Violencia, la Cnsecuencia", 2014. Asociación Eleanor Roosevelt.

La ciudad del futuro, vista desde los sesenta




Me paré. Por un extraño sortilegio, me encontraba de pie y un tanto aturdido, frente al que debía de ser mi coche; aunque en mi memoria, no lo recordaba con ese aspecto.
Hice ademán de abrir la puerta y en mi cerebro sonaron unas palabras , con sabor a metálico, dándome la bienvenida.
Me sacudí entero ¡Alguien me había hablado! ¡Y, sin embargo, estaba sólo! Me costó un buen rato salir de mi asombro. Quizá me sacó de él otra frase que me transfirió mi cerebro: ¡Buenos días! ¿Dónde siempre?
Ahora sí que me cercioré, plenamente, de que aquél vehículo, mi coche, se comunicaba conmigo telepáticamente. Me aposenté en el asiento del copiloto. Era el único que se podía ocupar. El del piloto, simplemente, no existía.
Sudaba; no era para menos. Creía haberme levantado como cualquier mañana de mi ordenada y un tanto rutinaria vida y me encontraba subido a mi supuesto coche y conducido por alguien o algo a quien no lograba divisar, por mucho que me esforzaba ¡Qué menos que sudar!
La conducción era impecable dentro de aquella organizada marea de clones de mi "utilitario". Una conducción suave y que podría haber sido placentera, si mis nervios lo hubieran permitido.
A lo largo del trayecto reconocí prácticamente, a la mayor parte de los edificios situados a ambos lados de las calles por las que transitábamos; pero algo los hacía parecer distintos; algo con sabor a nuevo que, mis sentidos también rutinarios, no habían percibido hasta esa mañana. Aunque los edificios fueran los mismos.
Noté cierta escasez de árboles alineados, como en los paseos de los bulevares; aquí, se presentaban en pequeñas porciones rectangulares diseminadas a determinados intervalos exactos.  Era, sin duda, como si se hubiera estudiado la necesidad de tener un área ajardinada o de pequeño bosque por cada metro cuadrado de "ciudad". Observé que, cada una de estas áreas, se auto regulaba la cantidad de agua o sol según su propia necesidad. En un área llovía profusamente y en la siguiente, a dos o tres centenares de metros de distancia, lucía el sol más espléndido.
A mi cabeza la costaba digerir y procesar la mayor parte de las imágenes que mi vista percibía y, sin embargo, notaba que, dentro de mí, se extendía cierta calma y placidez, al unísono; algo de todo aquello, parecía estar encastrado en el diario de mi monótono día a día.
La cita, a la que me transportaba mi "locuaz" automóvil, no era un, más o menos, suntuoso y moderno despacho.
Paró despacio, controladamente, en un pequeño aparcamiento y, me despidió con un lacónico "llegamos". Miré por mi ventanilla y distinguí un local que se asemejaba a una "cafetería" al uso y juego de los locales y edificios que la rodeaban. Me bajé ante la invitación de mi interlocutor rodante y recorrí la veintena de pasos que me separaban de su automática puerta de entrada.
La estancia, un tanto anodina, se asemejaba al tipo de decoración de la que gozaban muchos locales de los años sesenta y setenta; a base de aceros inoxidables de diferentes texturas; era la vanguardia de "lo moderno"; o más bien de "lo futuro".
Pero había algo que marcaba la diferencia con aquellos otros bares y cafeterías de la época; la ausencia, en ésta, de camareros o camareras que atendieran al ,por otra parte, escaso público, que se disponía, a esas horas, a desayunar.
En una "máquina" situada sobre el lado derecho del lugar, lejanamente, pariente del tradicional mostrador, se leía, en una retahíla de botones alargados, la infinidad de variantes de infusiones que se ofrecían para su degustación; y, compaginadas, por otra máquina adjunta, con otro buen número de alimentos sólidos con los que acompañar a la bebida escogida.
Era difícil, por la poca afluencia de gente que había en el local; pero al darme la vuelta para acercarme con mi café cortado hacia una de las mesas apartadas  junto  a unas grandes cristaleras con mirada al exterior, mi cuerpo, chocó con cierta violencia, contra otro, claramente femenino, que no sólo no derramó mi café por todas partes, sino que, la improvisación del momento, dio con los cuerpos de ambos en el suelo.
¡Qué golpe! Instintivamente, me llevé la mano a la frente, que dolía con rabia, y, enseguida, descubrí un fenomenal bulto que pugnaba por salir en medio de ella.
Me di cuenta, también, de la oscuridad, tenebrosa y negra azabache, en la que estaba sumido.
A mi lado yacía un cuerpo... en el suelo. En camisón; yo, medio desnudo. Alargué mi brazo, en plena confusión.
Distinguí unos números color rojo: las cuatro y diez... ¡Me había caído de la cama!
El cuerpo femenino, estaba allí... lo agarré con fuerza y la abracé, despertándola poco a poco... otra vez volvía a estar en los años sesenta...




Presentado al Certamen Literariode La Ciudad Soñada, 2014. INNOVAL Clúster y la Editorial Babylon.

El ojo sin vida



Y apareció, de la nada, con una espléndida demostración de poderío y tranquilidad; era inmenso; o al menos así se lo parecía a los que, con mirada atónita,  eran incapaces de articular palabra alguna ante tan inesperado visitante.
Posiblemente, había decidido merodear por el lugar desde el que, hacía un rato, partían chapoteos y zumbidos de inmersiones, provenientes de los alborozados bañistas que, una y otra vez, saltaban por la borda de su pequeño velero, disfrutando de la soledad  de esos baños en aguas tan desafiantemente puras.
Ni por asomo, se les había pasado por la cabeza que pudieran estar en peligro en aquellas aguas; eran  tan bellamente cristalinas que, seguro, impedirían la presencia de cualquier elemento que pudiera teñir de rojo su inmaculado manto azul verdoso.
Hacía dos o tres minutos que la última bañista había sido izada al barco por popa, cuando sin el menor indicio de revuelo, emergió junto al costado de estribor con su poderoso y lento movimiento de su aleta caudal.
Mientras nadaba en paralelo al barco, sacó ligeramente su cabeza del agua y, a medida que le sobrepasaba barría con su ojo la cubierta,  intentando descifrar quién había sido el causante del chapoteo que le había perturbado minutos antes...
Los cinco navegantes, contemplaban la escena sumergidos en el silencio que produce lo insólito; incapaces de pensar y mucho menos de tener un atisbo de reacción posible en tan  primordial momento. Sólo una cosa unió a la mayoría de  las aletargadas personas...el vacío que transmitía la mirada del globo ocular que les escrutaba desde la superficie en calma,  del mar.
El excepcional escualo, contemplaba con desgana las figuras de los extraños que le miraban desde la embarcación; sólo hubo un momento que algo le hizo casi pararse en su nadar: fue al entrecruzar su mirada con la de una rubia que, con cierto desdén desafiante, le observaba desde la proa del buque mientras saboreaba un delicioso y fresco mojito, bajo el  amparo de un sombrero "Panamá".

Mientras se alejaba del velero, majestuosamente, el tiburón, guardaba en  lo más recóndito de su cerebro la imagen de aquella rubia; haciéndose el firme propósito de volver más adelante a aquellos parajes y poder, con algo de suerte, inspeccionar más de cerca aquella figura que tan desinteresadamente le había mirado.



Presentado al XXV Certamen Literario "Villa de Almoradí", 2014. Concejalía de Cultura del Excmo. Ayuntamiento de Almoradí. (Alicante).