Estás activo. Tu vida transcurre, más
o menos, como la de cualquier mortal del mundo que hemos dado en llamar
civilizado o, más concretamente, Occidental.
Tienes los mismos defectos y virtudes
que el resto de la Humanidad; de esa , la occidental; mejorados un poco, si
eres poseedor de una pequeña luminaria que los creyentes llamamos fe.
Y todo marcha del modo preestablecido por la sociedad en la
que has dado en nacer. Compites con el de al lado por ser mejor persona que él;
mientras tu prójimo, adversario, trata de ponerte la zancadilla cada dos por
tres; sólo que él lo hace por estar por encima de ti en el escalafón de la
empresa, que es lo que mola. Y lo peor, lo más triste, es que realmente es lo
que se valora en la vida; vales más cuanto más "cabroncete" te portas
con el de al lado.
Los avatares de la vida; de esta vida
que no deja de ser un Valle de Lágrimas, hace que te tengas que jubilar por un
ERE con el que tú no contabas, aunque supieras que le puede tocar a cualquiera;
salvo que este ERE es más serio; te va en ello la vida. Y cuando más a gusto
estás desarrollando tu trabajo; cargado de experiencia y sosegada tu vida por
mor de que los años te han ido creando
un poso que acrecienta la confianza en
tu manera de ver la vida; te dicen que lo dejes; que ya está bien; que
te retires a tus cuarteles con la bandera enrollada y enfundada; lo que se conoce,
militarmente hablando, como una retirada en toda la regla; sin posibilidad de
luchar.
Y entras en un mundo desconocido,
ajeno a lo que presuponías que podía ser tu jubilación por el conducto
reglamentario. Y te dicen que eres joven; que dentro de la desgracia de la
enfermedad, puedes "ir tirando" ¡caray con el eufemismo! y que como
eres una persona con muchas aficiones, la vida cotidiana se te hará más
llevadera...Y vas y te lo creer, porque necesitas que sea así.
Es cierto. Tienes una época en la que
el picoteo de los diferentes "hobbys" sirve para acortar,
sorprendentemente, los días. Entras en una dinámica, totalmente atípica, en la
que te conformas con eso; no pensar. Dicen que es una de las mejores terapias
en esos casos.
Pero el calendario sigue derramando
hojas de una manera indecente, cual espada de Damocles, sobre tu organismo; y
resulta que eso es bueno, porque indica que sigues viviendo...porque eso es
vivir...
Cuando el almanaque que, de momento, sigue sin cansarse de soltar días sobre ti, te
da un ligero respiro para pensar, te das cuenta de que la monotonía se ha
adueñado de tu ser; ha asaltado tu bastión a la chita callando; como un enemigo
poco noble; de la misma manera que , esta vez un bicho, te ha ido invadiendo,
lentamente, desde tiempo atrás.
Y la persona, antes activa, la que por
una cadena de mando genética, ostentaba, orgullosa, el estandarte familiar,
pasa a ser, el chico de los recados, sin el menor atisbo de menosprecio hacia
los auténticos ostentadores del cargo, de esa familia.
No hablo de que se le deje de cuidar
ni de querer, no. Pero cuando las aguas parece que han vuelto a su cauce, lo
que no entiendo, si no se ha restituido tu actividad y vida anterior al plano
en el que se estaba, que el entorno y uno mismo se relajen.
Es como los cinco primero minutos en
un vestuario después de un partido. Silencio y serenarse; se haya ganado o
perdido...nada importa más que la calma.
Y la relajación trae el tedio...Se
entra en una espiral, en un laberinto, en el que deambulas intentando ser el
que eras; el de siempre; siendo consciente, porque nadie se conoce mejor a sí
mismo que cada uno, de que estás viviendo una vida irreal; de cara a la
galería; no ya por no dar compasión...que tampoco es tan malo, sino porque te
han enseñado desde pequeño que tienes que luchar en la vida. Y eso hacemos;
pero como los boxeadores tocados: brazos convertidos en aspas de molinos, antes de derrumbarse, cuan
largos son, somos, sobre la lona... de la vida.
Y no te quejas. Lo asumes. Los
principios cristianos que te han infundido, sirven para aferrarte a la
esperanza; esperanza mucho más divina, es decir, del Más Allá, que terrena, de
hoy para mañana.
Tus fundamentos lo que hacen, sin
querer, es complicarte más aún la vida: saben que tienen que hacerte luchar con
positivismo mientras un subconsciente, bastante puñetero, te va tocando las
narices permanentemente mientras sientes la fina e hiriente punta de la
particular Tizona de cada uno, sobre el cuero cabelludo.
La estampa no está mal para un relato.
La pena es que éste se escribe experimentado lo que cuenta, lo que expresa o
intenta expresar.
Si te callas, das la sensación de que
estás bien; de que no pasa nada. La vida sigue.
Si te quejas o, simplemente, lo dices
que, igualmente es una medida terapéutica, te recomiendan un profesional para
que te ayude. Y si te niegas, porque razonadamente crees que no lo necesitas,
te tachan de intransigente y cabezota; y, al final, te dejan a tu libre albedrío,
dentro de un orden, porque de esa manera, los que están alrededor, pueden y
deben seguir construyendo sus vidas. Es decir; es jorobado el tenerte que
jubilar por enfermedad y no sólo por el hecho mismo en sí, sino porque te
retiras de una manera antinatural que
aún no hemos sabido asumir.
La verdad es que digerir una más o
menos cercana muerte, es difícil; por más que el ser humano debiera de estar
preparado para ello desde el mismo momento de nacer. Para unos será la meta
final y para otros un mero tránsito, doloroso, pero importantísimo.
En fin...jubilarse por decreto, vale
si el dictamen va en función de la fecha
de nacimiento; si es porque empieza a caducar tu vida...mal asunto.
Para el VIII Certamen de
Relatos Cortos, María Teresa Rodríguez. Lar Gallego de Sevilla.