Entré en la Papelería, por algunos conocida como
"hermana pobre", de esas otras de más boato denominadas Librerías.
Era antigua la estancia; mostradores raídos por el tiempo;
olor a madera carcomida por insectos moradores en sus entrañas. Parecía
abandonada a su suerte, como sus dueños, una pareja de ancianos dispuestos a
que el negocio lo llevaran sus propios compradores.
Eran la imagen de su establecimiento; recubiertos con
guardapolvos azules hasta la altura de sus tobillos; y, sin embargo, acudían solícitos ante cualquier pregunta de
los potenciales compradores y activos fisgones, que pasaban las horas muertas
revolviendo las montañas de libros apilados en la parte más profunda de la papelería.
Y husmeando en los montones, encontré una perla a la que tuve
que mirar y remirar para hacerme comprender a mí mismo, que sí era el libro que
parecía ser; que realmente ese libro era una edición primitiva de hacía siglo y
medio de una gramática que se estudiaba, por entonces, en el bachillerato.
Lo compré de inmediato. Un merodeador, me miró con piedad al
ver el "pastón" que iba a dejar por un libro zarrapastroso. Me
insufló júbilo el guiño que el dueño de aquella tienducha me lanzó al pagar.
Para el II Premio
de Micro-relatos RNE. Radio Nacional de España, con la colaboración de la
Confederación Española de Gremios y Asociaciones de Libreros. Madrid.
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