martes, 2 de septiembre de 2014

La carpa que buscaba el mar


Había nacido de una puesta que, antinaturalmente, tuvo lugar en aguas muy frías, próximas a un torrente en las montañas leonesas.
Fue la casualidad de que en esa primavera se diera un deshielo temprano lo que produjo que esas aguas bajaran más frías y animaran a la carpita a abandonar su pequeño meandro y se pusiera en camino.
Tuvo que nadar entre pedruscos y fuertes desniveles de agua que la zarandeaban con violencia y ponían a prueba su diminuta, aún, capacidad de nadar; pero la sola idea de permanecer aterida en las aguas de esas cimas, la daban la suficiente energía para seguir adelante.
Debía además cuidarse y mucho de los tritones y salamandras que patrullaban, sin descanso y ávidos de alimento, aquellas aguas claras y cristalinas.
Tras días de incansable esfuerzo sorteando las rápidas corrientes de agua, poco a poco comprobó que la fisonomía del medio se había ido tranquilizando; ya no era tan veloz, la vegetación que crecía en las orillas era más abundante; habían desaparecido los monstruos con cabeza y patas que, a veces, la perseguían; aunque la situación, lejos de mejorar, se complicaba más pues sus depredadores eran más en número y en tamaño.
La carpita procuraba alimentarse a hurtadillas, con sigilo, comiendo los brotes tiernos de algas y plantas del lecho fluvial. Prácticamente, pasaba desapercibida.
Era un día soleado y las aguas, aún demasiado frías, cuando se remansaban formaban lagunas en las que la temperatura resultaba muy agradable; esto permitía gozar de cierto calor a la carpita quien disfrutaba comiendo y, al sol, recuperar las energías gastadas durante la jornada.
Se encontraba ensimismada saboreando un brote tierno de una junquera, cuando, de pronto, se encontró , de frente, a otro pececito que no conocía. Se sobresaltó y nadó rápido para esconderse detrás de una piedra del fondo..
Creyendo haber despistado a tal aparición, se asomó con cuidado, oteando el panorama cercano. Fue, entonces, cuando escuchó detrás suyo:
- "No te asuste, carpita, solo quiero ser tu amiga".
Al darse la vuelta, comprobó que la que la hablaba era, más o menos, de su misma edad y que sus grandes ojos saltones traslucían, al menos, la misma capacidad de sorpresa y curiosidad que sentía ella..
No habían pasado un par de minutos cuando se perseguían, la una a la otra, entre las retorcidas raíces de la vegetación y los troncos y piedras del fondo del cauce.
Exhaustas por los juegos, se acercaron a la orilla y , jadeando aún, la carpita preguntó a su nueva compañera:
- "¿Por qué nadas tan deprisa? ¿Quién eres?"
La amiguita, contestó:
- " Soy una trucha. Soy muy rápida y mi vida transcurre entre estas piedras y cañaverales de este tramo del río, alimentándome y jugando".
Ambas amigas, bajo el calor del sol, dormitaron un buen rato. Cuando la carpita despertó, pudo comprobar que su compañera había desaparecido; la llamó.... pero no obtuvo respuesta.
Con tristeza se puso otra vez en marcha; la velocidad de la vía de agua por la que circulaba, se reducía progresivamente a medida que nadaba y nadaba y a la vez, se daba cuenta de que , a intervalos irregulares, el agua recibía más caudal mezclado de tintes ocres, marrones e incluso negruzcos, dependiendo de la procedencia de esas aguas.
Llegó un momento en el que un torbellino la llevó hasta un río más ancho y profundo, a la vez que más lento.. Las orillas no se divisaban por el denso color marrón de la corriente.  Para buscar comida tenía, forzosamente, que nadar, casi a ciegas, hasta la orilla; lugar poco recomendado, pues allí se solían apostar las cigüeñas, dispuestas a comerse lo que se moviera a su alrededor.
Todo el periplo viajero venía por la creencia generalizada en su diminuta colonia de hermanas, de que existía, muy lejos,  un lugar llamado Mar, en el que las carpitas, como ella, se convertían en pequeños luceros dorados que se podían contemplar en lo alto del firmamento.
Estaba ensimismada evocando estas habladurías de sus hermanas, cuando una gran tromba de agua, proveniente de una importante acequia de riego, se abalanzó sobre ella llevándola, dando tumbos, durante un rato, que a la carpita, la pareció una eternidad.
Cuando, al fin, se repuso del susto y de la paliza recibida por tanto zarandeo, intentó buscar una salida al lugar en el que se encontraba... el pánico se apoderó de ella... había ido a parar a una charca que se había formado, en la ribera del río,  tras aquella súbita corriente de agua.
Se encontraba llena de gran cantidad de ramas y hojarasca que, además, la impedían nadar con facilidad. Corría el riesgo de que, si el sol calentaba demasiado su diminuta laguna, podría morir por axfisia.
No sabía cuánto tiempo había pasado, cuando un gran terremoto producido en su balsa, la proyectó fuera del agua...ahora no había remedio... la pobre carpita, sin duda, moriría.
Se sintió, primero apresada... no se podía mover; para después encontrarse encerrada en un minúsculo habitáculo con escasa cantidad de agua. Pasado un buen rato, "algo" la soltó en un recipiente con abundante agua y mucha luz.... tanta que tuvo que tuvo que pasar un tiempo acostumbrando a sus pequeños ojos.
Cuando, por fin, se acomodó a tal claridad, se quedó paralizada; había diez grandes ojos, sin duda pertenecientes a enormes monstruos no conocibles para ella, observándola. No podía esconderse, no sabía qué hacer. Al final, los monstruos se fueron...
De pronto, otros dos ojos , rasgados, asomaron por la bocana de su prisión; estaban rodeados de pelo y grandes bigotes, parecidos a los de los grandes barbos por su largura y tuvo miedo, mucho miedo.
Sin embargo, aquél engendro, la dijo:
- "Hola, soy una gatita, pero no temas, no te voy a comer".
Poco a poco se la fue pasando el pavor a la carpita, y, balbuciendo, contestó:
- "Dónde...dónde...estoy?
La gatita la contó lo sucedido:
- "Esta mañana, uno de los chicos, metió un palo en una de las charcas de la ribera del río y al tirar de él, entre ramajes, saltaste tú; te recogió en una lata y te trajo a esta casa; por cierto, me llamo Pizca.
- "Y, además, ya te han puesto nombre... te llamas Pirillo".
Y así es como una gata y una carpa fueron entablando amistad día a día. Todas las mañana, la gatita se asomaba a dar los buenos días a su amiga; con una pata y bebía un sorbito de aquella agua... la carpita se la acercaba hasta casi rozarla los labios...
Así es como se enteró, por boca de la gatita, que una carpa nunca podría llegar al Mar, pues moriría en sus aguas; y que los luceros que se veían en el cielo , las noches despejadas, no eran carpitas, sino... estrellas...algo de humanos...
La carpita y la gata fueron felices durante años; compartiendo esa felicidad, a su vez,  con los miembros de aquella familia.


Y colorín, colorado...cuento o realidad...


Presentado al 6º Concurso de Cuentos Asociación Unión Cultural Zona Sur UDCSur, 2014. Valladolid.

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