Caminaban dos pollinos,
a pares, como "civiles", cavilando si eran rucios equinos, o si serían gentiles
alazanes nobles, que al compás de pasodobles, recorrían los caminos.
Se cruzaron con un
potro enjaezado hasta el rabo; más pinturero que cualquier otro caballo;
¡rediez! era como un guayabo.
La acalorada
disputa, de nuestro dúo de onagros, fue
de pronto disoluta, pues no cabían milagros; una cosa eran rocines, esos de los
paladines, y otra muy distinta era aquella pareja extraña, tasajos en salmuera;
cada cual una alimaña.
Mas la leyenda,
oportuna, se trasmitía obsesiva; era como una vacuna en una sutil trastienda
que la historia nunca archiva. Y así, los dos animosos pencos, recorrían las
veredas versando sobre sus fuentes; sus "adeenes", sus genes, maldiciéndose entre dientes.
Para el I Concurso de Prosa
Poética, Ojos Verdes Ediciones.
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