Tengo
a gala ser hijo de un militar de aviación, quien durante cierto tiempo, y como
consecuencia de un ascenso, estuvo pensando, seriamente, ocupar una vacante
libre de comandante en Bata, la capital de "nuestra" Guinea. No fue
así y, el destino quiso que mis lazos con ese continente no vinieran hasta
muchos años después.
Los
guineanos, en aquella época, eran ciudadanos españoles como el resto de la
gente de los diferentes Protectorados y o Colonias; consideradas, a todos los
efectos, unas provincias españolas más. Como tales ciudadanos españoles, tenían
que hacer el servicio militar, obligatorio para todo varón en aquellos años.
Y a mi
tierra vinieron varios. Recuerdo a uno muy especialmente, pues quería ser
practicante; lo que años más tarde devendría en A.T.S.
Y yo
me puse malo. Y vino el bueno de García con su "ayudante" en
prácticas para eso... ir practicando. Y debieron de pensar que aquél culillo de
chaval tierno, debía de ser lo más apropiado para practicar el "arte de
cómo clavar una aguja bien".
García
amenazaba, pero no daba... se trataba sólo de enseñar; pero el bueno del
guineano, no sé si por la expresión que ponía al intentarlo o porque a mí se me
venían a la cabeza los malos picadores en la suerte de varas, el caso es que
cuando le veía venir, yo tensaba toda aquella parte sonrosadita, para por si
acaso, y, el resultado, no podía ser más desalentador para el alumno, profesor,
padre de la criatura presente y para el sujeto "paciente", en este
caso.
La
aguja rebotó varias veces hasta alturas insospechadas; hasta que, el rango, en
este caso, decidió cortar por lo sano y que el "acerico" en el que se
había convertido el culete de su hijo, no llegara a más.
El
chaval guineano, del que siento, sinceramente, no recordar su nombre, con el
tiempo volvió por mi casa agradeciendo a mi padre el trato recibido mientras
estuvo en el servicio militar; y, nos contó, que gracias a lo aprendido, su
profesión iba "viento en popa". Por cierto, mi popa, por si acaso, no
se despegó, en toda la visita, de la pared.
Presentado al XVIII
Concurso de Relatos Cortos “Tomás Seral y Casas” , 2014. Biblioteca
Pública Municipal de Alagón. (Zaragoza).
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