jueves, 11 de diciembre de 2014

El guineano



Tengo a gala ser hijo de un militar de aviación, quien durante cierto tiempo, y como consecuencia de un ascenso, estuvo pensando, seriamente, ocupar una vacante libre de comandante en Bata, la capital de "nuestra" Guinea. No fue así y, el destino quiso que mis lazos con ese continente no vinieran hasta muchos años después.
Los guineanos, en aquella época, eran ciudadanos españoles como el resto de la gente de los diferentes Protectorados y o Colonias; consideradas, a todos los efectos, unas provincias españolas más. Como tales ciudadanos españoles, tenían que hacer el servicio militar, obligatorio para todo varón en aquellos años.
Y a mi tierra vinieron varios. Recuerdo a uno muy especialmente, pues quería ser practicante; lo que años más tarde devendría en A.T.S.
Y yo me puse malo. Y vino el bueno de García con su "ayudante" en prácticas para eso... ir practicando. Y debieron de pensar que aquél culillo de chaval tierno, debía de ser lo más apropiado para practicar el "arte de cómo clavar una aguja bien".
García amenazaba, pero no daba... se trataba sólo de enseñar; pero el bueno del guineano, no sé si por la expresión que ponía al intentarlo o porque a mí se me venían a la cabeza los malos picadores en la suerte de varas, el caso es que cuando le veía venir, yo tensaba toda aquella parte sonrosadita, para por si acaso, y, el resultado, no podía ser más desalentador para el alumno, profesor, padre de la criatura presente y para el sujeto "paciente", en este caso.
La aguja rebotó varias veces hasta alturas insospechadas; hasta que, el rango, en este caso, decidió cortar por lo sano y que el "acerico" en el que se había convertido el culete de su hijo, no llegara a más.

El chaval guineano, del que siento, sinceramente, no recordar su nombre, con el tiempo volvió por mi casa agradeciendo a mi padre el trato recibido mientras estuvo en el servicio militar; y, nos contó, que gracias a lo aprendido, su profesión iba "viento en popa". Por cierto, mi popa, por si acaso, no se despegó, en toda la visita, de la pared.

Presentado al XVIII Concurso de Relatos Cortos “Tomás Seral y Casas” , 2014. Biblioteca Pública Municipal de Alagón. (Zaragoza).

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