viernes, 5 de diciembre de 2014

Poema del ferrobús




Resulta ser entre  decenios
de cuando data esta historia,
sesenta, setenta, ¡la gloria!
de unos chicos de un quincenio.

Éramos privilegiados
disfrutábamos del estío,
como ése o aquél tío
y de lejos vigilados.

Teníamos nuestra Quinta
para el solaz veraneo,
comunitaria, como recreo
de una pandilla distinta.

Y era grande, basta, extensa,
era de un Ministerio,
pero sin un gran misterio
se paga lo que se dispensa.

Nada de arrimar la cara
a lo público con jeta,
pues se haría la puñeta
o incluso, quizás, se hurtara.

Nuestros padres eran serios
reales, justos, ¡cabales!
y ponían a sus chavales
en unos trenes de amperios.

¡Vamos de los de cercanías!
que tampoco era tan malo
el olor  casi a caballo
mezcla de muchas jaurías.

Mujerucas con sus pavos,
huertanos con sus cebollas,
montañeros con ampollas
descalzados, los muy bravos.

Mezcolanzas de aromas
identificando espacios
alojándolos, reacios,
en nuestras seseras romas.

Guitarreo altisonante,
voces del todo inhumanas,
sonaban como dianas
de cornetas aberrantes.

Revisores tolerantes
con los chicos de Recajo
que es dónde subo o bajo,
al grupo de veraneantes.

Llegada tempranera por la tarde,
asueto largo, siempre poco,
a todos nos da siempre un siroco,
al retornar al resguarde.

Ferrobús, querida oruga
de aquellos tiempos felices,
no sé si habría perdices,
¡nos parecía beluga!

No hay duda, la edad, seguro,
cubría con alegría
nuestra vida y...mulliría
lo de alrededor, más duro.

¡Quién tuviera un ferrobús
en la puerta de mi casa!
y volver cuando rebasa
la ansiedad, como un obús.


Presentado al l Certamen Internacional de Poesías “Viajeros al Tren”, 2014. Centro Cultural Kemkem y radio la Voz de Quequén. Buenos Aires (Argentina).

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