Me apunté al cross. Correr entre
vaguadas, subiendo y bajando la Rasa por los vericuetos de la sierra
caliza, aportaba, por entonces, más a mi espíritu que el propio sacrificio que
suponía, en sí misma, la carrera.
Todo parecía ponerse contra mí. Al frío
natural de la época del año, se sumaba una impertinente llovizna que enlodaría
el recorrido, haciéndolo mucho más duro.
Se dio la salida. Empecé, poco a poco, a
acompasar respiración y ritmo de carrera en la que me encontrara lo más cómodo
posible. Me pasaba todo el mundo. Un sotobosque emergía ante mis ojos, por
donde fueron desapareciendo, engullidas por las ramas, las rápidas figuras que
me precedían
Seguí corriendo. Un sonido gutural, se
aproximaba a mi por mi espalda. No me atreví a volver la cabeza. Cada vez estaba
más cerca. Empecé a notar las
vibraciones que trasmitía su poderoso correr.
No cabía duda; un animal de gran tamaño se
acercaba hacía mi, velozmente.
Estaba pisándome los talones; en cualquier
momento, me atacaría.
Me rebasó, con prontitud. Un enorme esqueleto
de anchos huesos cubierto con un taparrabos, mascullando un: ¡Ugggg!
Desapareció.
Me desperté en medio de la carrera. Era un
circuito. Yo, seguía el último.
Presentado al V Certamen Internacional de Microrrelatos Cross de Atapuerca, 2014. Instituto Provincial
para el Deporte y Juventud Excma. Diputación Provincial de Burgos.
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