Y la paloma, herida más en su orgullo que en su propia ala,
permanecía aletargada en aquella especie de hornacina, dentro de un campanario
huérfano de nombre, sin utilidad, pues se la había llevado un obús por delante,
conservando enrollado aún en su pata, el mensaje que su amo, un soldado
israelí, le dedicaba a una niña moruna de grandes ojos verdes, palestina; donde
le explicaba en qué punto deberían encontrarse los dos.
Una alarma aérea cortó la noche y un millón y medio de sueños
a la vez...
Presentado al IV Premio Internacional de
Microrrelatos Museo de la Palabra, 2014.
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