Cuando permite el
invierno
alejar sus
rigores,
surgen los
colores
después del
infierno.
Lo que estaba
yermo
rebrota con brío
a pesar del frío,
no estaba muerto.
Así, mientras
duermo,
los laureles
crecen
y ambos parecen
dos hermanos
tiernos.
Las flores
alterno:
rosas, azaleas,
claveles,
hortensias
llenan mi
cuaderno.
Si me desgobierno
planto tulipanes
que calman mis
males
con amor
fraterno.
Aquí, los rosales
y allí,
intranquilos
a la izquierda
lilos
que quitan mis
males.
Achaques
triviales
las adelfas
quitan
y mis labios
gritan
pecados veniales.
En marzo, a
finales,
las palmeras
mecen
las hojas que
crecen
largas cual
puñales.
Los setos
marciales
resguardan del
viento,
al brote más
lento,
de los
vendavales.
Milagros termales
permiten querer
al frutal crecer
fuera de lugares.
El híbrido piensa
con un miserere,
del Señor
requiere
cierta
recompensa.
Como autodefensa,
el granado clama
que habrá, en su
rama,
un dulce de
fiesta.
El macizo prensa
flores a
raudales,
formando caudales
de hojarasca
densa.
La nada indefensa
hiedra trepadora,
con su manto,
explora,
la tapia inmensa.
La parra dispensa
cobijo al insecto
que, cual
arquitecto,
construye
despensa.
Así luce al cielo
mi jardín
florido,
por mi, tan
querido,
cuando muere el
hielo.Presentado al XXIX Certamen Premio de Poesía “Gabriel y Galán" . Guijo de Granadilla, Cáceres. 2014
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