jueves, 29 de mayo de 2014

Jardín



Cuando permite el invierno
alejar sus rigores,
surgen los colores
después del infierno.

Lo que estaba yermo
rebrota con brío
a pesar del frío,
no estaba muerto.

Así, mientras duermo,
los laureles crecen
y ambos parecen
dos hermanos tiernos.

Las flores alterno:
rosas, azaleas,
claveles, hortensias
llenan mi cuaderno.

Si me desgobierno
planto tulipanes
que calman mis males
con amor fraterno.

Aquí, los rosales
y allí, intranquilos
a la izquierda lilos
que quitan mis males.

Achaques triviales
las adelfas quitan
y mis labios gritan
pecados veniales.

En marzo, a finales,
las palmeras mecen
las hojas que crecen
largas cual puñales.

Los setos marciales
resguardan del viento,
al brote más lento,
de los vendavales.

Milagros termales
permiten querer
al frutal crecer
fuera de lugares.

El híbrido piensa
con un miserere,
del Señor requiere
cierta recompensa.

Como autodefensa,
el granado clama
que habrá, en su rama,
un dulce de fiesta.

El macizo prensa
flores a raudales,
formando  caudales
de hojarasca densa.

La  nada indefensa
hiedra trepadora,
con su manto, explora,
la tapia inmensa.

La parra dispensa
cobijo al insecto
que, cual arquitecto,
construye despensa.

Así luce al cielo
mi jardín florido,
por mi, tan querido,
cuando muere el hielo.



Presentado al XXIX Certamen Premio de Poesía “Gabriel y Galán" . Guijo de Granadilla, Cáceres. 2014

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