Pegados a los escaparates de las tiendas nos
pasamos media vida; argumentando, con más o menos acierto, lo oportuno o
inoportuno, en ese momento, de comprar tal o cual artículo.
Queremos tenerlo porque nos gusta, porque se
lleva, porque lo tiene el vecino, porque... porque...
Son cuestiones casi siempre sin respuesta
cuando intentamos auto convencernos de que "ese oscuro objeto de
deseo", totalmente superfluo, nos es indispensable.
Incluso llegamos a hipotecar, en el sentido
literal de la palabra, nuestra economía por ese capricho. También, es verdad,
que hay caprichos y caprichos. Los pecados veniales nos los podemos permitir.
El vivir o no por encima de nuestras
posibilidades, se ha convertido en "un mal de muchos, consuelo de tontos"
y hace años que lo estamos pagando.
Así las cosas, anhelar objetos físicos,
terrenales, no es potencialmente insano; al contrario, es un acicate que puede
servir para aumentar nuestro esfuerzo en el estudio o en el trabajo; hoy más
que nunca este último, quizás una de las mayores bendiciones que podemos tener
la gran mayoría de la humanidad.
Todo dentro de su justa medida. El problema
surge cuando medimos la justicia con vara alta porque afecta a nuestros
intereses.
No sería apropiado decir que esta vida hay que
pasarla como los anacoretas y miserablemente; nadie nos ha dicho tal cosa.
La
sociedad es la que es y a nadie podemos echar la culpa más que a
nosotros mismos.
¿Habremos aprendido algo de nuestros propios
errores? El futuro es mañana, pero hay que empezar a escribirlo hoy.
Cuando la Banca Internacional, permítaseme
usar ese convencionalismo, se rija por intereses que no sean exclusivamente los
crematísticos y se dedique a fomentar no
"obras sociales" al uso, como
en los tiempos actuales, sino a ayudar, por ejemplo, a los estudiantes menos
favorecidos que siempre, por desgracia habrá.
Permitir que esos estudiantes puedan
incorporarse a proyectos de investigación en los diversos campos de la Ciencia.
Cuando no nos importe el credo religioso del
prójimo, ni su color, ni si tiene más o menos dinero. Cuando todos trabajemos
en una causa común que, conlleve mejorar nuestro Estado y, como consecuencia, a
través de los mecanismos internacionales, aportar ese "aire de
cambio" que nuestra sociedad necesita para seguir respirando.
Cuando todo eso se consiga, alguien, con más
capacitación que esta modesta persona, todavía podrá escribir un relato que
comience pidiendo: "Deseo que..."
Presentado al I Concurso de Narrativa "Deseos". Asociación
Letras con Arte. 2014. Forma parte del la "Antología I Concurso de Narrativa Deseos".
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