A la vista de todos, estaba ella. Los paparazzi, ciegos, no la veían, ávidos
por sacar las caras más conocidas de aquellas que, presagiaban sus descaros,
declaraciones altisonantes y posturas y composturas que llenarían la rotativas
de las editoriales panfletarias, que se dedicaban a lo que, en este país y en
algunos otros, se ha convertido en el deporte nacional; saber más de los demás
que de uno mismo; y, cuanto más ponzoñosa sea la noticia, más y más sacarán
partido esos programas que "nadie vemos", pero que ocupan, en los sondeos, las primeras
posiciones de las parrillas televisivas.
Alguna magia especial se había producido para
que, en aquella alfombra roja, en la imaginación colectiva de los que estábamos
allí, nadie se percatara de su presencia.
La prensa asaeteaba a actrices metidas a "princesas
de nada" y populares del corazón, a cantantes de taberna de mala
reputación a ganadoras de la vida a base de difamar, algunas confabuladas con
sus difamados, otras, como en una lotería, sacando la bolita del muchacho o
muchacha (¿inocentes?), recién llegados a esto y que no tardan, o por
inexperiencia, los menos, o por la experiencia de sus representantes, los más,
en formar parte de ese "circo de la vida", totalmente virtual, en el
que nos quieren hacer pasar por "normal", cuan do en la realidad, lo
"normal", está bastante cerca de los barrios periféricos de las
macro-ciudades ; o, incluso, con los efectos de la crisis, en el segundo
derecha de nuestro mismo edificio.
Seguía de pie; en medio de incesantes ráfagas
de "flashes", ametrallándola, casi rozándola; y, sin embargo ,
pasando de ella, como si no la viesen, como si no estuviera.
Cualquier periodista con olfato de sabueso a
la antigua usanza, al pasar la vista para elegir una cara, un plano, con
aquellas máquinas fotográficas de rollo de película; en las que había que
medir, muy bien, el enfoque, la postura, la luz, la expresión, la
distancia...., porque un ¡click! a destiempo, suponía "tirar" una
foto a la basura, Aquellos eran verdaderos artistas, psicólogos del momento,
para que la foto fuera perfecta.
Uno de éstos, la hubiera visto al instante.
Era relativamente pequeña, de mediana estatura; pelo corto color rubio, casi
pajizo en algunas zonas; zapatos altos, altísimos, gabardina blanca, con el
glamour de Audrey Hepburn en Vacaciones en Roma y gafas de sol ray ban de espejo color azul.
Sus expresivos ojos verdes, escondidos tras los cristales, no podían servir
como muestra interesante para un objetivo. Eso, pertenecía a su intimidad.
Pero los que pugnaban, entre
ellos, por ver quién era el que más ¡clicks!, conseguía disparar por segundo,
emulando a los pistoleros del más legendario oeste; no les importaba el arte de
la plástica del momento, del instante mágico del disparo, meditado, de una
cámara.
Sus dedos, sin duda acostumbrados
a consolas desde niños, aporreaban, eso sí, con pericia, los botones de enfoque
y de disparo a velocidades supersónicas. De eso se trataba. Cuanta más cantidad
de fotos se sacaran por minuto, existía la posibilidad, casi estadística, de
que una de ella mereciera la pena y llegara a ser portada de revista; que es lo
que se paga bien y que, por otra parte, parece ser que es por lo que se
"miden" los "duelistas" del momento.
Siempre hay alguien que se
desmarca. Quizá aquél que tuvo un progenitor, o un mentor al uso, que le
enseñara a ver tras el objetivo de la cámara, el interior de lo que enfocas; el
alma de la cara a la que pretendes inmortalizar; tan fácil y tan difícil cuando
pretendes plasmar algo distinto.
Y se fijó. Se fijó en aquella
chica, al menos en apariencia, cuando ésta, en ese momento, abría su bolso, con
elegancia genética, y sacaba uno de esos cigarrillos largos...eternos, que ella
fumaba.
Calculó el tiempo contando para
sus adentros: uno, dos, tres...¡click!....uno, dos tres...¡click!.
Comprobó, ventajas de las nuevas
tecnologías, las instantáneas capturadas y, con una sonrisa llena de
satisfacción, recorrió los metro que la separaban de ella, para, aprovechando
el momento, afianzar el reportaje con algunos datos de aquella, hasta ahora,
desconocida actriz.
Se presentó con la superioridad de
quien cree saber algo íntimo de la otra persona. Fue directo.
-"¿Qué es en lo que estás
trabajando ahora?"
La sofisticada estampa, a la que
la estaban intentando entrevistar, contestó
con una sonrisa, sin inmutarse:
- "En lo que llevo trabajando
los últimos veinte años"
Al periodista se le heló, la
bobalicona sonrisa, poco a poco, de su cara.
-"¿Y...entonces...qué haces
aquí?"
Ella, actriz no de profesión; sino
formada por la vida, le contestó mientras esgrimía su más espectacular sonrisa:
-"Esperar a unos amigos, que
hace muchos años que no nos vemos y hemos quedado aquí, en la Plaza del
Milenium.
Y, con andar resuelto, como quien
sabe que es objeto de millones de miradas, de su público, se adentró en el
restaurante.
Presentado al I Concurso de Relato Corto "Sierra del Pozo". Pozo Alcón (Jaén) 2014.
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