Me encontraba ya afeitado y duchado en
el balcón de la habitación del hotel. Era una madrugada de un doce de
diciembre. No había una nube y, a esas horas, hacía aún fresco. Un almuédano
canta, con el quedo soniquete la primera oración de la mañana. Su voz, rasga el
aire claro y limpio de la aún noctámbula mañana.
Todo está quieto. El mundo, su mundo,
se para. La poca gente que empieza a deambular por las calles escogen un lugar
donde extender su estera y hacer la primera reflexión del día... casi todos.
Hay quien, por mor del turismo, tiene que guardar sus conversaciones con Alá
para otros momentos en los que la actividad mercantil, no choque con la de su
fe.
En el hotel no se nota. Cada cual está
centrado en la labor que, cotidianamente, tiene asignada. El personal de
recepción o de cocina, cumplen, escrupulosamente, sus jornadas y quehaceres
"a la europea".
Presentado al II Concurso de MIcrorrelatos de Casa de África. Purorelato.2014
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