Había
una vez una piruleta, caída en un charco,
que no hacía más que llorar y llorar, porque quería ser lamida por su
dueña, una pequeña y rubia niña. Se lamentaba de su mala suerte diciendo: ¡Qué
desgraciada soy!...¡Qué desgra...!. Y ¡zas! se derritió...Y colorín,
clorado....¡zas! me derre...
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