Convencido
de querer permanecer más tiempo en este mundo, decidí dar un uso, más
provechoso de momento, al mausoleo que había heredado de mis antepasados.
Mi
cuadrilla de amigos y yo mismo, estábamos hartos de deambular por los bares del
barrio, abarrotados siempre, para poder echar unas partiditas de mus; nuestra
"loca" pasión; y de la cual, por cierto, cada uno de nosotros somos
el mejor jugador del mundo, mundial. Claro está, a nuestros propios ojos.
Y
lo uno se juntó a lo otro y, respetando el horario municipalmente establecido para
acceder a las instalaciones, adecentamos escoba y fregona en ristre, aquél
espacio, ahora vacío, destinado, en un futuro, a ser el descanso de mis
reumáticos huesos.
Lo
estrenamos, una vez provisto de mesa y sillas, con una solemne, el lugar lo
imponía, partida de mus. Y comenzamos:
-
Paso.
-
Hasta mi compañero.
-
Adiós...
-
¡Se fue!.
-
Paso.
-¡Envido!.
-
¡Órdago!.
Y
antes de que el compañero de juego
pudiera contestar, desde lo más profundo de la ultratumba, una voz cavernosa
contestó:
Presentado al II Concurso de Microrrelatos TRANSpalabr@. Musa Cafeína.2014
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