La
gran terraza de la mansión marinera parecía estar colgada en el acantilado de
aquél mar en calma. Una fina y húmeda brisa acariciaba el rostro del único
ocupante del lugar. Tomó la botella de cava y se sirvió hasta llenar una fina
copa hacia su mitad. Saboreó las
estimulantes burbujas mientras se oía de fondo las notas de uno de los
Nocturnos de Chopin. Derramó una lágrima...
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