Recuerdo aquellos "sobaos" pasiegos, de mis años juveniles, untados en chocolate
en un cafetín, de Vega de Pas. Me llevó allí, un par de veces
mi tío Saturnino; habitual tomador de las "aguas sulfurosas", del
Balneario de Alceda-Ontaneda. ¡Cuántos recuerdos! ¡Qué maravillosas sábanas!
sobrenombre cariñoso que les puso mi padre ante la magnitud de sus dimensiones.
Hoy, muy divulgados por la geografía española, es posible
catarlos en cualquier rincón de España; pero nunca sabrán igual a los que se
puedan degustar en la tierra de origen. Puede ser un tópico; pero esa
esponjosidad, al menos en mi caso, no la logro descubrir fuera de su entorno
natural. Me tirará la "tierruca", que no es mía de nacimiento, pero
que la tomo prestada por los veranos que he disfrutado de ella.
Hay más sobaos; no solo los de la Vega del Pas; recuerdo
otros del mismo Alceda-Ontaneda, extraordinarios; yo diría que más de
pastelería. El elegir unos u otros es cuestión de gustos e incluso de momentos
del día.
He recordado el sobao; pero tengo en la cabeza un buen número de otros productos
que estarían cualificados, de sobra, para haber sido protagonistas del relato de este modesto contador de cosas.
Presentado al Concurso “A qué sabe Cantabria”. Parlamento de Cantabria. Santander
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