Había llegado el primero. Por la emisora había sabido la
posible localización del mafioso criminal. Dos minutos le separaban de su
habitación en aquél hotel. Entró por la escalera anti incendios. No le dio
tiempo ni a defenderse. Le descerrajó dos tiros en pleno pecho con un arma no
reglamentaria. Cayó de bruces.
Buscó, en el armario.
Al fondo un maletín tipo bolso, de cuero negro y un tanto tazado por los años,
escondía lo que buscaba: Cincuenta mil dólares. Para un detective sin
escrúpulos como él, le bastaba. Bajó las escaleras y desapareció.
Presentado al I Certamen
de Microcuentos «99 Crímenes Cotidianos»
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