martes, 15 de diciembre de 2015

¡Bicho malo!



Aquella sombra deforme, de un sin fin de patas, avanzaba despacio, saboreando su apetitosa pieza, recreándose en la suerte,  hacía nuestro infortunado Adrián, quien, despavorido, era incapaz de moverse hacia un lado u otro en busca de lo que, sin duda, podía ser su salvación.

El pánico le atenazaba por completo su diminuto cuerpecito. La masa deforme y negra avanzaba parsimoniosamente hacia lo que iba a ser su cena, relamiéndose de gusto ante tal perspectiva.

Adrián pestañeaba, repetidamente y se restregaba los ojos  para ver si conseguía, de aquella manera, lograrse quitar de su retina la visión siniestra que tenía frente a él; pero por más veces que lo hacía, al abrirlos, volvía a estar la fantasmagórica figura. Todo era en vano.

El tiempo pasaba e iba contra Adrián. La gran mole sombría, avanzaba cruel hacia él. No había duda de que era su final. Sería pasto de aquellas mandíbulas exploradoras de carne fresca.

Sudaba; con ese sudor frío que se produce ante situaciones límite. Ese sudor que baña un cuerpo, cual condimento sazonador de un bocado aristocrático.


Un atisbo de luz encendió la escena y su vida. ¡Hijo, tranquilo, soy mamá!. Es sólo un sueño.


Para el III Certamen de Micro-relatos Fantásticos y de Terror. Cotxeres de Sants. Barcelona.

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