El sol se despertaba entre las cumbres
de la empinada cordillera desperezándose de una noche demasiado larga; empujaba a la luna
agradecido de quien le ha velado el sueño mientras viajaba al otro hemisferio.
Y en esos riscos de Sierra Morena,
azucarados por los primeros rayos de sol, había quien vigilaba las veredas que
serpenteaban al compás de la vegetación que marcaban su trazado.
Los ojos de un guerrillero penetraban
en el paisaje escudriñando cada rincón , buscando algún indicio del enemigo
francés.
Un jilguero, ajeno al juego de la
guerra, intentaba enamorar con su canto a su bellísima dama.
Para el III Certamen de
Micro-relatos de Historia, Francisco Gijón. Ediciones ML. (Canadá)
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