Caminaba entre aquellos rechonchos árboles del bosque
cántabro, disfrutando de un día sin sol pero agradable para pasear por aquellos
espectaculares lugares, mientras mis pensamientos volaban, acompañando, sin
duda, al águila imperial que, sobre mi cabeza inspeccionaba su territorio,
majestuosamente.
Algo pasó rozando mi cara y un manotazo al aire salió raudo
de mis manos para quitarse de encima al inoportuno insecto. No acerté. Seguí
unos pasos más y, otra vez, el insecto, rebotó en mi mejilla antes de
estamparse contra mi nariz.
Y por segunda vez, no acerté. Iba a dar el siguiente paso
cuando, mecánicamente, eché la vista al suelo y a pesar de mis carencias
visuales, algo llamó mi atención. Me arrodillé y sobre una hoja seca caída del bosque
caducifolio, el aparente insecto, permanecía aturdido. Pero me interesó su
color azul turquesa y, con cuidado, lo acerqué para inspeccionarlo mejor.
A diez centímetros de mis ojos, contemplé cómo el bicho se
desperezaba y se ponía de pie sobre la hoja. Elevó su cabeza hacía mí y con una
dulce voz dijo: "¿Es que no se puede pasear a gusto por el bosque sin
encontrarse con domingueros despistados?".
Y se fue volando. No sé si fue verdad.
Para el IV Concurso de
Micro-relato Leonardo Barriada. Asociación
Félix de Martino de Soto de Sajambre. (León).
No hay comentarios:
Publicar un comentario