martes, 7 de junio de 2016

Camino


Ciclópea construcción, "atinajada", sanguinolenta, rojiza, formando contraste con el mantel verde que forman tus viñedos. Cromáticos; cambiantes; devenidos en lunares negros, rojos o violetas que, a modo de luciérnagas jaspeadas, reflejan la luz prestada por el astro sol.

Caminar un amanecer por entre este rectilíneo laberinto, ayuda a despejarse de los fantasmas que, inevitablemente, todo ser acarrea consigo; rémoras que, adosadas a su alma, zigzaguean acompasando el propio deambular de su casero.

Andares, que rastrean otros;  ancestrales mensajeros,  por ese camino, de guerras y de amistades, al capricho muchas veces de su propia condición real. Variopinto paraje soleado, al sosiego del tiempo. Al resguardo de los vientos que La Montaña, cercana, impide que te afecten los rigores del invierno más frío.

Tus granados racimos atesoran los ingredientes que conformarán diestramente mezclados, los sabores que, indefectiblemente, diferenciarán tus caldos de otros, linderos o lejanos; de cuna afín u oriundos de apartadas latitudes.

Y en medio de ese mar de hojarasca enramada, paseo aireando mis fantasmas, mientras celebramos, cual peña del lugar,  un aniversario; un año más de soportarnos, ellos y yo, nuestras rarezas y extravagancias que, con la edad, se acentúan y emergen hacia la superficie faltos de oxígeno.

Ese oxígeno que impregna y envuelve las cubas y toneles milenarios o no y que os acunan con ternura maternal para lograr la calidez de sus vinos.

Vinos con los que, mis duendes y yo, estamos prestos a brindar por nuestros años de encuentro que, en este paraje, bodega singular, Viña de soberanos, en este tiempo, celebramos.


Para el Segundo Concurso de Micro-relatos ambientados en Viña Real. Bodega CVNE. Laguardia. (Álava).


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