La carretera tiró de mí obligándome a
bajarme del vehículo tras unas horas al volante.
Mi cabeza y mi alma, buscaban un
rincón en el que poder descansar de una vida azarosa, tremendamente desordenada
y aburrida, que amenazaba con ahogarme cual anillo estrangulador abrazando mi
tráquea.
Sin interés, deambulé un rato, sin
rumbo fijo como mi vida, por las diferentes instalaciones del posible
alojamiento de aquella noche.
Me asomé a la terraza y te vi,
Cantábrico; enardecido por una marea viva, rebosante de fuerza; orgullosa de su
poder y demostrándolo contra el canijo cabo que se erguía, en el otro extremo
de la provocadora playa.
Mi corazón dio un tímido latido
¡Volvía a vivir!
Para el Concurso de
Micro-relatos Hotel El Refugio, 45 Aniversario. Cóbreces. (Cantabria).
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