Cuando nacemos,
supuestamente, partimos de cero. Al menor tenemos un libro blanco, virgen, por
delante para empezar a escribir nuestra particular historia. Y se da sólo una
vez en la vida esa estampa. Eso suponiendo que el entorno que nos rodea, no
influya de manera fehaciente sobre "esa manera" de empezar a vivir.
Nacer en una u otra cuna, supone en la inmensa mayoría de los casos, que ya
tengamos recorrido, antes de empezar a competir, un trecho más o menos largo de
ese recorrido hacia una meta que desconocemos en qué kilómetro de nuestra vida
se encuentra.
El que la Ciencia
logre que cada generación viva más años, está bien para las estadísticas; pero
los acasos de la vida, sirven para eso; para romper, de una manera unipersonal,
las tendencias.
Por eso la frase con
la que he titulado el relato, tiene su miga. Es verdad que siempre hay una
primera vez para todo; y que es el nacimiento el punto de partida, simple y
llanamente, para vivir. Y no es menos cierto que ese propio nacimiento es el
punto en el que todos empezamos a morir. No es pesimismo; es ciencia que
demuestra que nuestro organismo se empieza a deteriorar con el uso, que
nosotros lo convertimos en abuso y , sobre todo, con el tiempo.
A veces hay que
"resetear" nuestras vidas por
una pura lógica de subsistencia. Cuando nos sentimos ahogados por el millón de
problemas y contratiempos que nos rodean y que terminan por entrar a formar
parte de nuestras propias vidas, suele
ser ese "punto cero" en el que un giro a nuestra existencia, permite,
asumiendo naturalmente las experiencias adquiridas, dar el golpe de timón que
nuestra propia existencia nos exige.
Ese punto de
inflexión no tiene edad. No va encadenado a una etapa concreta de nuestra vida;
y, ni tan siquiera es obligatorio que aparezca a lo largo de los años.
Los cambios, cuanto
antes mejor; y son bienvenidos si lo son pensados; quien cambia permanentemente
de rumbo puede que termine descalificado en la regata de la vida por haberse
cruzado demasiado cerca del velero que se encuentra amurado a su estribor y
entorpecerle, de esa manera, su trazada.
Cambiar...o,
simplemente, creer que se ha cambiado. Puede resultar un remedio que te
permita, dentro de tu propia equivocación, seguir respirando.
Para el Concurso de Relato
Tema Libre, Palabras en Flor.
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