Y es bien poco, en
hacer comprender a los que me rodean que, como dice la canción castrense, hoy
"civilizada", ..."morir, no es el final..."
Tengo una profunda
raíz religiosa; lejos de beaterías y también, lo confieso, lejos de una mejor
praxis practicante religiosa. La balanza, creo
yo, aún no está lo suficientemente equilibrada.
Cuando el recorrido
de la vida te anuncia a través de indicadores, nada dudosos, que la meta final,
aunque parezca lejos, está allí, al final de la larga carretera; pero la llegas
a divisar, lo que más te preocupa, si de verdad crees que esta vida es de paso
hacia otra, indudablemente mejor, cómo quedan los de tu alrededor....familia,
amigos...
Por mucho que te
hayas esforzado en predicar a los tuyos que cuando llegue ese momento lo tienen
que tomar con serenidad y "cierta" alegría; no por librarse de un
tostón, que uno lo llega a ser muy a menudo, sino porque les has tratado de
enseñar lo que a mí me explicaron desde mi más tierna infancia; llegada la
ocasión no tiene nada de extraño que se derramen una lágrimas por el ser
querido que ya no vuelves a ver...en una temporada...
Me gustaría que se
pudiera convencer a los amigos, esposos, padres, amigas, esposas, madres, por
géneros, que se parte hacia un largo viaje; sin más. No es fácil. Estamos
demasiado apegados a una vida terrena, a la que hemos dotado de casi todas las
comodidades que se nos ocurren para hacerla mejor; en términos, simple y llanamente, físicos.
Caeré en el tópico
de que la comodidad, debilita; que lo que realmente nos endurece y nos hace
mejores es la austeridad, la
disciplina...
¿Y si la vida fuera
un café con leche? Por qué no mezclar todo un poco y , gozando de las
comodidades que el trabajo de tantas generaciones que nos han precedido,
poder y saber tener la fuerza de
voluntad necesaria en los momentos que, a lo largo de la vida se presentan,
poder decir: no. Sin paliativos.
Me gustaría, llegado
el momento, poder coger por el hombro a ese ser querido que llore desconsolado
ante mi figura, qué no yo; y decirle que no sufra; que yo estoy bien, sin duda,
y que él, ella, ellos, vosotros, debéis compaginar los recuerdos, los buenos y
los malos, con mi ausencia transitoria.
Desearía meteros en
la cabeza, casi a fuerza de poder caer en intolerancia, lo que os digo. Respeto
vuestros credos y pensamientos, por eso somos amigos, y por esa misma razón, os
ruego que no echéis en saco roto las peroratas que, ocasionalmente, os suelto.
Mi
"pesadez", estriba en una profunda creencia en lo que os expreso;
entiendo que difícil de creer, por eso algunos lo llamamos fe, pero os lo digo
absolutamente convencido desde mis principios.
Deseo, por otra
parte, que la cuerda se alargue lo que la Ciencia dé de sí...y un poco más. No
tengo una excesiva prisa por viajar al futuro; pero fiel a mis principios estoy
todo lo dispuesto que un ser imperfecto puede estarlo; con altibajos, por
supuesto. Y, al final, y a pesar de los esfuerzos de la Ciencia, mi marcador
llegará a ponerse a cero, como el de todos y fiel también a ciertos principios
mamados, lo estaré esperando en lo que la ordenanza denomina..."en el
primer tiempo del saludo..."
Os advierto que es
lo más cómodo. No es dejar de luchar; es
saber concienzudamente que el final terreno se acaba y que, por tanto, de nada
vale llevarse "sofocones" ante hechos inapelables.
Un ruego: quedaros
con la idea y la certeza de que un brazo
amigo, con tintes físicos, os consolará llegado el momento ¡Dadlo por hecho!
Y no os libraréis de
mí tan fácilmente...os amenazo...seguiremos tomándonos nuestros vinos o cañas,
al gusto, incluso mi adorado café sólo... toda la eternidad... feliz vida.
Para el XVI Concurso de
Tanatocuentos. Revista Adiós.
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