miércoles, 1 de junio de 2016

Daría la vida


Y es bien poco, en hacer comprender a los que me rodean que, como dice la canción castrense, hoy "civilizada", ..."morir, no es el final..."

Tengo una profunda raíz religiosa; lejos de beaterías y también, lo confieso, lejos de una mejor praxis practicante religiosa. La balanza, creo  yo, aún no está lo suficientemente equilibrada.

Cuando el recorrido de la vida te anuncia a través de indicadores, nada dudosos, que la meta final, aunque parezca lejos, está allí, al final de la larga carretera; pero la llegas a divisar, lo que más te preocupa, si de verdad crees que esta vida es de paso hacia otra, indudablemente mejor, cómo quedan los de tu alrededor....familia, amigos...

Por mucho que te hayas esforzado en predicar a los tuyos que cuando llegue ese momento lo tienen que tomar con serenidad y "cierta" alegría; no por librarse de un tostón, que uno lo llega a ser muy a menudo, sino porque les has tratado de enseñar lo que a mí me explicaron desde mi más tierna infancia; llegada la ocasión no tiene nada de extraño que se derramen una lágrimas por el ser querido que ya no vuelves a ver...en una temporada...

Me gustaría que se pudiera convencer a los amigos, esposos, padres, amigas, esposas, madres, por géneros, que se parte hacia un largo viaje; sin más. No es fácil. Estamos demasiado apegados a una vida terrena, a la que hemos dotado de casi todas las comodidades que se nos ocurren para hacerla mejor; en términos,  simple y llanamente, físicos.

Caeré en el tópico de que la comodidad, debilita; que lo que realmente nos endurece y nos hace mejores  es la austeridad, la disciplina...

¿Y si la vida fuera un café con leche? Por qué no mezclar todo un poco y , gozando de las comodidades que el trabajo de tantas generaciones que nos han precedido, poder  y saber tener la fuerza de voluntad necesaria en los momentos que, a lo largo de la vida se presentan, poder decir: no. Sin paliativos.

Me gustaría, llegado el momento, poder coger por el hombro a ese ser querido que llore desconsolado ante mi figura, qué no yo; y decirle que no sufra; que yo estoy bien, sin duda, y que él, ella, ellos, vosotros, debéis compaginar los recuerdos, los buenos y los malos, con mi ausencia transitoria.

Desearía meteros en la cabeza, casi a fuerza de poder caer en intolerancia, lo que os digo. Respeto vuestros credos y pensamientos, por eso somos amigos, y por esa misma razón, os ruego que no echéis en saco roto las peroratas que, ocasionalmente, os suelto.

Mi "pesadez", estriba en una profunda creencia en lo que os expreso; entiendo que difícil de creer, por eso algunos lo llamamos fe, pero os lo digo absolutamente convencido desde mis principios.

Deseo, por otra parte, que la cuerda se alargue lo que la Ciencia dé de sí...y un poco más. No tengo una excesiva prisa por viajar al futuro; pero fiel a mis principios estoy todo lo dispuesto que un ser imperfecto puede estarlo; con altibajos, por supuesto. Y, al final, y a pesar de los esfuerzos de la Ciencia, mi marcador llegará a ponerse a cero, como el de todos y fiel también a ciertos principios mamados, lo estaré esperando en lo que la ordenanza denomina..."en el primer tiempo del saludo..."

Os advierto que es lo más cómodo.  No es dejar de luchar; es saber concienzudamente que el final terreno se acaba y que, por tanto, de nada vale llevarse "sofocones" ante hechos inapelables.

Un ruego: quedaros con la idea  y la certeza de que un brazo amigo, con tintes físicos, os consolará llegado el momento  ¡Dadlo por hecho!

Y no os libraréis de mí tan fácilmente...os amenazo...seguiremos tomándonos nuestros vinos o cañas, al gusto, incluso mi adorado café sólo... toda la eternidad... feliz vida.

Post data: Sed como sois; así os he querido y os quiero y pienso seguir haciéndolo un tiempo más...incluso después, también.  ¡Ah por cierto! esto no es una despedida, que conste. Un beso.


Para el XVI Concurso de Tanatocuentos. Revista Adiós.

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