jueves, 14 de enero de 2016

Ocio


El Mediterráneo mostraba su cara más hermosa y apacible en una noche de estrellas, y, misericordioso, enviaba una ligera brisa que mitigaba el tórrido calor que el sol de agosto había precipitado, durante todo el día, sobre la acogedora playa del hotel.

En mi mano, una copa larga, eterna y cristalina, contenía un vino espumoso, casi al punto de la congelación, que ayudaba a refrescar lo que la brisa no podía; mis entrañas; convenientemente exigidas durante la cena, en familia, con la gastronomía del lugar. Por otra parte, deliciosa.

Los estragos del cálido verano y, sobre todo, los años, comenzaban a hacer mella en un cuerpo más preparado para la rutina sedentaria de oficina y casa que al ejercicio inherente que conlleva el viajar a un lugar por primera vez... Quizá, también, el licor que, regularmente, bajaba por mi garganta, arrimara el hombro al punto de notar que, los párpados,  me parecían losas de acero.

No sé cuando perdí la noción del tiempo; no sé si, tan siquiera, la llegué a perder; sólo puedo decir que en algún instante algo interno creyó lo que mis ojos querían creer; lo que veían.

Definitivamente, me dormía...unas palabras, cada vez más y más lejanas que contaban números se entremezclaban con conversaciones que mi raciocinio no podía seguir; era como retazos, restos de relates que, a toda costa, mi cabeza quería coser como fuera para lograr componer algo con sentido. Tres, dos, uno...

¡Qué sopor! Abrí, tímidamente un ojo, inmediatamente cegado por un foco que, a pesar del fresco que mi cuerpo notaba, la lámpara sobre mi cabeza, a modo de sol de luz fría, además de cegarme me enviaba potentes rayos de calor. Intenté moverme. Algo me dolía.

Una cabeza enmascarada apareció sobre el único ojo que conseguía, a duras penas, mantener abierto y me dijo que qué tal estaba. Que todo había ido bien y que enseguida me sacarían del quirófano.

¿Quirófano? ¡Quirófano! Pegué un descomunal respingo y rompí a sudar profusamente ¡Me habían operado! ¡A mí! ¿Por qué?¿Pero, de qué?

Poco a poco la humedad del sudor me fue despertado. Comprobé que estaba mojado casi de arriba a abajo. Palpé, sin atreverme a abrir los ojos, cada parte de mi cuerpo con cuidado, para ver si éste me delataba al palpar mediante algún quejido, dónde me habían abierto. No encontré respuesta. Me atreví y abrí los dos ojos.


Seguía en aquél cenador, bajo las mismas estrellas al borde del Mediterráneo...la fina copa, hecha trizas en el suelo finamente decorado; el delicioso licor coloreaba indecorosamente mis pantalones...


Para el II Concurso de Micro-relatos Hotel Meridional. Hotel Meridional de Guardamar del Segura (Alicante).

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