La frontera es consustancial al propio género
humano. El individuo necesita tener un espacio
a su alrededor propio, único, exclusivo en el que se pueda mover
libremente sin que le moleste nadie. Es un espacio virtual que marca un lugar
de movimiento sin chocar ni toparse con el vecino.
Hay otra frontera convencional; estable según
los intereses, que también existe desde
la aparición de hombre en la tierra como concepto; incluso antes de desarrollar
el sapiens que llegaría a alcanzar; Incluso los propios animales, no
racionales, tienen sus territorios; dentro de los cuales ellos son los amos y
señores de ese espacio. No digamos ya si de los que hablamos son de los
carnívoros en la cúspide de una pirámide, solamente coronada por el género humano.
La frontera es necesaria como referencia. Y
esa parece ser la tendencia; aunque hoy por hoy, aún nos aferramos al concepto
territorial; reminiscencia, sin ningún tipo de duda, de aquella nuestra primera
evolución.
Y el concepto, además, es romántico. Y es de
propiedad. Y puede ser desde una dimensión pequeña, nuestra casa no deja de ser
una pequeña frontera a la que acceden a los que nosotros, realmente, les damos
paso; o de tintes mucho más amplios; como es el concepto más generalizado de
frontera como delimitador de naciones.
Por éste concepto de territorio, es por el que
más luchas se ha dado a lo largo de nuestra extensa historia entre los
diferentes pueblos que componemos el planeta tierra. Y no es un concepto atrasado; en el fondo,
ese pedazo físico es mucho más; son años , siglos, de tener que enfrentarnos
por él a otros que lo querían para ello. No nos olvidemos que hemos forjado
nuestra historia en función de conquistas y guerras por obtener más tierras o
extender nuestras ya forjadas naciones; cuando no , simplemente, origen de
todo, para formarlas. Esto nos lleva al concepto primigenio de territorio, con
unos límites fronterizos donde terminaba nuestro dominio y, por lo general,
comenzaba el del vecino.
El problema no radicaba en el sitio geográfico
en sí mismo; sino en la apetencia, propia o del vecino, en poseer ese trozo de
terreno colindante; con la particularidad de que si era una zona yerma...no
solía haber problemas; pero si era rica en algo, lo que fuera dependiendo de la
época histórica en la que nos moviéramos, el conflicto ya estaba organizado por
el interés del gobernante de turno en
poseer ese "tesoro".
Existe
y el tema lo conlleva, un sentido de frontera emocional; lo que es mío;
todos los que estamos dentro de ese perímetro, nos convierte en nación y
trabajamos y luchamos por intereses comunes; mucho más allá de los meramente
económicos que no digo que no sean importantes; pero que además unidos al
trabajo en equipo por "el bien común", aunando intereses, hermanan
nuestras relaciones y nos embarcamos en proyectos de futuro, con destino
universal.
¿Desaparecerán con el tiempo? La propia base
de la Unión Europea, parece que su fin último sea el colofón que persiga; desde la agregación;
nunca desde la disputa; pero me parece, hoy por hoy, una expectativa aún
lejana.
Como romántico y amante de mi pueblo, nación,
patria....que parece que hoy da miedo nombrar esa palabra....prefiero tener una
cierta frontera que ponga en aviso a los demás de que, a partir de ahí, no se
puede campar a sus anchas; que los que moran en ese lugar, merecen el mismo
respeto de los del otro lado de la imaginaria, o no, rayita marcada en un mapa.
Presentado a la Convocatoria de Cuento y Poesía para la Antología Frontera. Grullita
Cartonera. (Chile).
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