miércoles, 1 de abril de 2015

Límites



La frontera es consustancial al propio género humano. El individuo necesita tener un espacio  a su alrededor propio, único, exclusivo en el que se pueda mover libremente sin que le moleste nadie. Es un espacio virtual que marca un lugar de movimiento sin chocar ni toparse con el vecino.
Hay otra frontera convencional; estable según los intereses,  que también existe desde la aparición de hombre en la tierra como concepto; incluso antes de desarrollar el sapiens que llegaría a alcanzar; Incluso los propios animales, no racionales, tienen sus territorios; dentro de los cuales ellos son los amos y señores de ese espacio. No digamos ya si de los que hablamos son de los carnívoros en la cúspide de una pirámide, solamente coronada por el género humano.
La frontera es necesaria como referencia. Y esa parece ser la tendencia; aunque hoy por hoy, aún nos aferramos al concepto territorial; reminiscencia, sin ningún tipo de duda, de aquella nuestra primera evolución.
Y el concepto, además, es romántico. Y es de propiedad. Y puede ser desde una dimensión pequeña, nuestra casa no deja de ser una pequeña frontera a la que acceden a los que nosotros, realmente, les damos paso; o de tintes mucho más amplios; como es el concepto más generalizado de frontera como delimitador de naciones.
Por éste concepto de territorio, es por el que más luchas se ha dado a lo largo de nuestra extensa historia entre los diferentes pueblos que componemos el planeta tierra.  Y no es un concepto atrasado; en el fondo, ese pedazo físico es mucho más; son años , siglos, de tener que enfrentarnos por él a otros que lo querían para ello. No nos olvidemos que hemos forjado nuestra historia en función de conquistas y guerras por obtener más tierras o extender nuestras ya forjadas naciones; cuando no , simplemente, origen de todo, para formarlas. Esto nos lleva al concepto primigenio de territorio, con unos límites fronterizos donde terminaba nuestro dominio y, por lo general, comenzaba el del vecino.
El problema no radicaba en el sitio geográfico en sí mismo; sino en la apetencia, propia o del vecino, en poseer ese trozo de terreno colindante; con la particularidad de que si era una zona yerma...no solía haber problemas; pero si era rica en algo, lo que fuera dependiendo de la época histórica en la que nos moviéramos, el conflicto ya estaba organizado por el interés del gobernante de  turno en poseer ese "tesoro".
Existe  y el tema lo conlleva, un sentido de frontera emocional; lo que es mío; todos los que estamos dentro de ese perímetro, nos convierte en nación y trabajamos y luchamos por intereses comunes; mucho más allá de los meramente económicos que no digo que no sean importantes; pero que además unidos al trabajo en equipo por "el bien común", aunando intereses, hermanan nuestras relaciones y nos embarcamos en proyectos de futuro, con destino universal.
¿Desaparecerán con el tiempo? La propia base de la Unión Europea, parece que su fin último sea el  colofón que persiga; desde la agregación; nunca desde la disputa; pero me parece, hoy por hoy, una expectativa aún lejana.

Como romántico y amante de mi pueblo, nación, patria....que parece que hoy da miedo nombrar esa palabra....prefiero tener una cierta frontera que ponga en aviso a los demás de que, a partir de ahí, no se puede campar a sus anchas; que los que moran en ese lugar, merecen el mismo respeto de los del otro lado de la imaginaria, o no, rayita marcada en un mapa.


Presentado a la Convocatoria de Cuento y Poesía para la Antología Frontera.  Grullita Cartonera. (Chile).

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