viernes, 11 de marzo de 2016

Adela



La había conocido años atrás, durante un veraneo en la costa Cántabra. Junto a su marido e hijos pronto se entabló amistad entre ambas familias.

Era una mujer sencilla, agradable, típica de un pueblo de Castilla, noble y...habladora; muy habladora. Lo que no la restaba ni un ápice de una extremada bondad que, al menos en mi familia, prendió hasta el tuétano de nuestros huesos.

Pasaron los años; muchos y sin embargo, resultaron ser pocos; siempre lo resultan así cuando nuestros mayores ejercen de eso: de mayores. Por mucho que disfrutemos largamente de su presencia, invariablemente nos parecerá que ha sido poca cuando se nos van.
Y, Adela, se nos fue en vida; que si se me permite, es la manera más cruel de irse. Está pero como si no está. Era ella, pero sin poder oír sus continuas y divertidas historias de pueblo y de niñez; que ella mantenía frescas en una prodigiosa cabeza.

Vivía muy cerca de mi trabajo; y una de sus hijas, además, trabajaba en la misma empresa que yo.  Me contaba la desdicha que suponía tener a una persona que sabía quién eras, pero no te ubicaba. Sonreía al verte porque, seguramente en su interior, entendía que tenía que hacerlo. Parecía una sonrisa exenta de espíritu; aunque a mí siempre me pareció que llena de la misma bondad que  permanentemente me había proyectado.

Una noche de un postrer invierno, volvía a casa después de trabajar y me encontré a madre e hija, dando un paseo. Una seña me hizo comprender que sería inútil que la saludara como lo había hecho durante muchos años, pues no reconocía a casi nadie.

La conversación se circunscribió a los términos del trabajo con ciertas alusiones sobre el estado de salud de Adela. Esta no me quitaba la vista de encima.

Una referencia a no sé qué tema, hizo que su hija le preguntara si sabía quién era yo.

Con la naturalidad de quien había estado oyendo toda la conversación, aunque sin participar en ella, y con un tono de extrañeza por la pregunta, respondió vehementemente: ¡Cómo no lo voy a saber, César!

Y una chispa se encendió, unos instantes, en sus ojos antes del siguiente mutismo; y otras saltaron a los ojos de dulce mirada de su hija...y a los míos que reconocieron a la Adela de un verano de unos cuantos años atrás, en la playa con su pamela en ristre, poniéndonos al día de los acontecimientos sociales de la villa.


Para el II Certamen Literario de AFAM.  Ayuntamiento de Mijas. (Málaga)

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