Le acompañaba desde
la madrugada. Era un murmullo que roía sus entrañas cual martillazos golpeando
su cerebro. Sensación que agravaba su trance; dramático.
Había caminado
durante horas, deambulando por una ciudad que se despertaba ajena a su
problema.
El mundo que le
rodeaba, había huido unas horas atrás.
Transitaba por las
despobladas calles con la cadencia de la persona derrotada, remarcando las
campanadas que a modo de tambor de
galera romana, tozudamente horadaban su cabeza.
Sus indecisos pasos
le condujeron hasta un portal desconocido. Una llamada interior le pedía que
traspasara aquél umbral.
Aferró el objeto
causante de su dolor de cabeza e intentó abrir aquella puerta. Los sonidos,
esta vez, se asemejaron a los de una suave campanilla, casi pija, de las de
pedir el té. Besó la cabecita de su hija, dormida en su regazo.
Desde el otro lado,
una voz acogedora le decía ¡Buenos días!.
Para el I Certamen
Micro-relatos, Red Mariposa. Málaga.
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