viernes, 11 de marzo de 2016

Será casualidad


Salí del angosto portalón de mi vivienda con un crujido de  la vieja madera no sé si como saludo al verme por primera vez esa mañana, o de esperanzadora despedida de quien está molesto con el único inquilino que inoportuna, con sus salidas y entradas, a los ya resecados tablones de su esqueleto.

Como si estuviera confabulada con el exterior, recibí de sopetón un guantazo directo no a mi mentón; sino a la mismísima boca del estómago que intentaba, desesperado, introducir la más mínima cantidad vital de aire en mis pulmones.

La dureza del espacio que me rodeaba era tal que se negaba a penetrar en mis vías respiratorias. Descubrí, por todas partes, ingentes fumarolas de las más heterogéneas procedencias, en un intento vano de ascender al espacio; derrumbándose sobre los edificios que, como sombras dantescas, se vislumbraban entre la falsa neblina.

Mi organismo se adecuó, con reticencia,  a su nuevo hábitat. Los pulmones, con recelo, se acostumbraron a ingerir menor cantidad de aire de la que requerían.

Fui a coger un autobús urbano huyendo del lugar y justo junto a él descubrí un oasis donde respirar no era una lucha. Era sencillo; aquél transporte no contaminaba.


Para el Concurso de Micro-relatos, Feliz Aire Nuevo. Empresa Municipal de Transportes de Madrid.

No hay comentarios:

Publicar un comentario