Lo
que le hizo tomar la decisión de no volver fue que,
al mirarle a los ojos, compulsó con amargura que todo lo que aquella figura que
espectralmente se erguía a duras penas ante ella, había representado en su vida
durante los últimos veinte años, se acababa de derrumbar, hacía apenas unos minutos, de sopetón; como una
bofetada que aunque no se había llegado a producir, un simple gesto la había
atravesado, como si de un fino estilete se tratara, el alma; que es, sin duda,
la parte más vulnerable e íntima del ser humano.
Y sin más utilería, se envolvió en un
impermeable que la salió al paso colgado
de un viejo perchero del hall y carente de
aspavientos externos, el extremado abandono que sentía no la permitía ni
el menor atisbo de rebeldía física, cerró tras de sí una puerta que jamás
volvería a abrir; una porción generosa de un corazón que sangraba
emocionalmente, quedaba junto a aquella triste figura; encerrado para siempre
en aquél piso; tras aquella puerta.
Para el Segundo Concurso de
Relatos Breves, Asun Casasola. Librería
Oskarbi.
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