jueves, 10 de marzo de 2016

Carrera


Sube la adrenalina. Las piernas no hay maneras de que se estén quietas. Lo intentas. Te auto convences de que estar tranquilo es el mejor estado para lo que se avecina. Pero saltas. Con ganas. Y lo haces en un movimiento mecánico que sirve más para arrojar de ti  los nervios que para relajar y soltar músculos; lo que, a pesar de haber estado haciendo durante un buen rato, te parece llevar bordado un cinturón de plomo en tus gemelos.

Y jaleas al mozo de al lado que no conoces; pero es un acto reflejo de protección; de "quedada"; un..."luego nos tomamos unas birras..."
Periódico enrollado, que quedará convertido en un guiñapo deshilachado de letras grises antes de que suene el timbal de pólvora, de tanto repartir, a diestro y siniestro, varapalos  alentadores a los mozos que te rodean.

Y te saludan. Los de siempre, los incondicionales; aquellos que conociste en los albores de tus encierros y hoy, treinta años después, acudes a sus casas repartidas por toda la geografía de esta nunca mejor llamada "piel de toro".

Y saltas. Y rezas. Aunque no creas. Hecho insólito que sólo ocurre en estos trances ¿Tendrá algún paralelismo con ese instante anterior a la propia muerte? Y elevas al cielo tus ojos con un guiño de complicidad hacia el Altísimo, rogándole suerte en la carrera.

Suena el petardo; el clamor rebaja la dignidad del cohete. Indecisiones, dudas. Hay quien no se ha enterado aún que el encierro ha comenzado..
Y corres, sin aire; los ojos al infinito; resoplas; no te queda aire en los pulmones; vas a claudicar cuando un tropel de hombres y de morlacos te sobrepasan, rozando, a gran velocidad, sin prestarte ni la menor atención.

Te paras. Intentas que el aire reencuentre de nuevo el camino hacia tus pulmones. Miras al frente. Sudas. El encierro ya ha pasado. Mañana, más.


Para la XXII  Edición del Concurso de Micro-relatos del Encierro de Sanse, 2015. San Sebastián de los Reyes. (Madrid)

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