Lo reconozco; como reza en el título, lo tengo
fácil.
Era una persona afable en su comportamiento
habitual; abierto a todos aquellos que estuvieran dispuestos a compartir con él
un vaso de "bon vino" a lo Berceo;
y para entroncar el lugar y la figura de quién dio forma al castellano,
qué mejor hacerlo que con esos caldos que nacen y se hacen por los cultivos
aledaños que tanto labró. Esos líquidos rojizos que emulan y a la vez dulcifican, la sangre que tantas
generaciones han derramado por extraer sus frutos de estas tierras duras, que
no te dan nada que no ganes con tu trabajo.
Y así era él. Hombretón enorme, en todas sus
facetas. Su esqueleto envolvía perimetralmente a todo un corazón que pugnaba
por salirse de su caparazón y ocupar más espacio; se le quedaba pequeño aquél
imponente armario.
Amigo de sus amigos; algunos de ellos
comprometidos con una idea muy concreta y sugestiva sobre esta vieja piel de
toro; tuvo amistad, como decía El Tenorio ..."desde la
princesa altiva a la que pesca en ruin barca...", sin importarle la
condición, ni el credo, ni las ideas, en esto un poco más rezongón, de su
interlocutor; siempre y cuando éste demostrara ser un "hombre de
bien".
Tuve el placer de compartir muchos momentos
con él. De charlas y discusiones. Si se le metía una idea en la
cabeza...costaba cambiarle el pasodoble; y aquella media Faria que secularmente
llevaba en la comisura de sus labios como una prolongación más de él; alguna
vez, la vi salir escopetada ante las acometidas verbales de quien,
considerándose agredido en sus principios, no dudaba en rebatir, vehementemente,
aquello que se le decía.
Pero era, a su manera, auténtico. Y aquél
labrador de dedos de titán, tras sus jornadas de siembra, o recogida, lo que
tocara, con frío o calor; lloviendo, nevando o con "su" sol de
justicia, era capaz de envolverse en un piso entre colores ocres, terrosos y en
un lienzo, expresar lo que un corazón y una cabeza, al unísono, habían modelado
en su interior durante años de una manera de ser; la suya.
Y un maldito otoño salpimentado de colores
pardos y rojizos por los millones de
hojas que alfombran nuestra particular estepa, nos dijo adiós y se fue. No me
cabe la menor duda que está donde tiene que estar: allí arriba, bajo la noche
clara...pero los mortales que aún no hemos aprobado esa evaluación, cada uno de
noviembre, guiñamos un ojo al Cielo y con media sonrisa socarrona como la de él,
le decimos: ¿Cómo te va, Paco?
Para el II Concurso de Relatos
Breves de Quintanilla de Arriba. Asociación
Los Rucheles, Amigos de Quintanilla. (Valladolid).
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