De una familia normal, de las de toda la vida; formada por
las seis vidas de una época ideal; la infantil, medio "puberta", la que nos abre la puerta a emociones más
intensas; ésa que se va y no vuelve; pero queda en la memoria, en nuestra
modesta historia que nos acompañará siempre.
Y eran dos de este linaje, montisonenses eran ambas, las dos
como bellas jambas que entraron en el corazón de una peña, de una panda de
muchachos y muchachas que otra ciudad, hermana de la que fue su natal, les
arremolinó al azar formando ya una banda, círculo o simple grupo, del que éste
escribano pudo tener el humilde honor de poder ser adherido y, convencido, de
también ser bien querido, pues el tiempo, ese juez tan implacable, a la postre
ha sido amable en el reencuentro ¡cuarenta años después! que parece ser más
largo que un ciempiés y, sin embargo, ha sido como un letargo, para cogerlo de
nuevo con más ahínco, con ganas, así como dando un brinco a la edad y retomar
las andanzas de aquella pubertad...
Resulta una coctelera, la manera, de entroncar a aragonesas,
riojanos, riojanas y algún castellano antiguo, nada ambiguo cuando se trata de
afectos; que uno tendrá defectos pero no es nada exiguo.
¡Ea!, pues; aquí estamos, sin renunciar a la cuna de Monzón o
de Logroño o de este austero escritor, que se queda en trovador de versos en
mallas verdes desde Pucela ¡Tiene tela!
Para el I Concurso de Relatos
Cortos, Leyenda Viva. Turismo
de Huesca.
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