miércoles, 28 de septiembre de 2016

A quien pueda interesar...


Bien sabes tú, de sobra,  a quién le interesa, pues eres el sujeto destinatario de mi misiva.

Esta carta es para pedirte perdón por unos hechos que ocurrieron hace treinta años; y que por dejadez y un mucho de orgullo malentendido, han impedido que durante tantos años, ni mi cabeza ni mis manos, hayan sido capaces de hacer lo que el sentido común, me susurraba desde algún perdido rincón de mi subconsciente.

Siempre mi, obstinada, cabeza ha encontrado excusas para no hacerlo. Cuando trabajaba, porque mi jornada laboral era extensa y apretado su contenido a la vez; ahora, jubilado prematuramente, he hallado tantos cauces para mantener las horas del día ocupadas que no tenía tiempo para escribirte unas líneas.

Líneas escritas, obviando que también existieron otras telefónicas que mi dejadez ha hecho antiguas y que la modernidad nos ha dotado de otros aparatos minúsculos que portamos en los bolsillos cual cajetillas del denostado tabaco, que necesitan diez segundos, si se quiere, para establecer una conexión.

No hay excusas. No, cuando,  en conciencia, uno mismo sabe que no hay razones para el abandono en el tiempo. Podrá fingir engañarse a sí mismo, pero falsamente porque él conoce la verdad.

Y la verdad, sin tapujos, es que por pereza, que ya es triste, durante años no te he pedido disculpa por lo de aquél día.

Sé lo que supuso para ti mi acción. Conocí, pues frecuentábamos los mismos núcleos de amistades, lo que supuso aquél suceso entre tus "amigos" y supe que muchos te volvieron la espalda y que dejaron de considerarte un líder. Algunas de las chicas que revoloteaban  a tu alrededor, dejaron de hacerlo. Lo siento. La vida es así.
No quiero dejar pasar un día más sin rendirte cuentas y pedirte, abiertamente, que me perdones; aunque pudiera ser que el motivo por el que te lo pido sea para tí un vago recuerdo que mi carta te vuelve a traer a tu vida, hasta ahora totalmente olvidado en un baúl de los recuerdos creado, ex profeso, con caducidad...cuya fecha viene a estar identificada con la jubilación.

Por ello te pido, con cierta vehemencia, me amnistíes por aquella mano enguantada que, cierta tarde de un postrer verano, salió disparada, como un muelle, hacia el poste derecho de una portería que veía peligrar su pureza por un balón salido, magistralmente, desde tu bota izquierda.


Me valió un titulo; y, por esas injusticias de la juventud, cayó un ídolo, como lo eras tú para aquella generación que jugábamos al fútbol.


Para la II Convocatoria Revista Furman 217. (EE.UU.)

No hay comentarios:

Publicar un comentario