Hacía varias lunas, otras lunas ajenas
a la poesía que desprende la nuestra, que habíamos abandonado nuestro entorno
solar en busca del enano Plutón; justo cuando acababa de perder el honorable
título de planeta.
Las noches y los días se amalgamaban
casi de manera indecente sobre nuestros cuerpos; confundiéndoles de tal forma
que las funciones orgánicas de los mismos andaban , francamente, despistadas.
El hecho de mirar por aquella
televisión natural hacia el inmenso universo exterior se convirtió en la
ocupación principal de los escasos recreos que una tripulación preparadísima,
se permitía el lujo de tener en aquellos primeros viajes interplanetarios.
Un concurso de una cadena muy
importante de hamburguesas, me había dado la oportunidad de hacer aquél casi
pionero viaje; y de , malgastar, de aquella manera, tres meses de mi vida que
era lo que se tardaba en llegar a la acogedora ciudad interplanetaria del
enorme trozo de hielo conocido por Plutón. "Troy Frost", la mega ciudad
que se estaba construyendo allende el universo, pasaba por ser la
metrópoli cosmopolita por excelencia de
la próxima centena de años; lo cual, dado el avance tecnológico, era apostar
fuerte.
La somnolencia de las horas que a
nuestro organismo obligábamos a parar, salvo las guardias estipuladas, para
mantener ciertos hábitos terrícolas, conseguía respetar ciertos estatus que nos
hacían recordar las siestas cabeceadas en un sillón tras la comida.
Pero una sacudida, despertó a mi
cabeza de un incipiente y, por lo que se preveía, un prometedor sueño.
Acabábamos de entrar en una franja transitada por meteoritos del diámetro
suficiente como para que cualquier impacto con alguno de ellos, nos hiciera
botar como un balón deshinchado, fofo,
de aquí para allá.
Y el bamboleo había comenzado. Uno, de
mayor intensidad, me hizo saltar de mi asiento; no llevaba el cinturón de
seguridad bien ajustado, pegándome un fuerte coscorrón contra la parte de
arriba de mi cabina...
Cuando mi mano dejó de frotar, un buen
rato después, la cabeza dolorida por el tremendo chichón que en ella se había
implantado, contemplé, por la ventanilla de aquella particular nave espacial,
el precioso ocaso que se abandonaba, majestuosamente, sobre un dorado mar de reventonas espigas
dispuestas a ser engullidas por una cosechadora que las atacaba de frente...
Para el III Concurso de
Relatos Ciencia Ficción, A través de las
Estrellas. Grupo
Carpa de Sueños.
No hay comentarios:
Publicar un comentario