Un viaje es un
concepto relativo; influye, sobremanera, la edad.
Un viaje, excursión
alucinante, suponía en mi juventud una buena merienda en la fuente del Encino,
en los aledaños de mi querido Logroño. Otro, que repetíamos como si de un
algodón de feria se tratara, era ir "haciendo cumbre", por los
collados del otro lado de la carretera a Zaragoza; en un raid mezcla de comida
campestre y de incursión paramilitar en un casi abandonado polvorín que allí
había.
Y el verdadero
viaje; el de retorno de aquellas excursiones juveniles; el de la recogida medio
de noche; en aquellos viejos, con la perspectiva del tiempo, ferrobuses, que
nos devolvían a la realidad después de unas magníficas jornadas, auténticamente
reales, vividas en la irrealidad creada por una pandilla de amigos.
Para el XI Concurso de Relatos
de Viajes Moleskin 2016.
No hay comentarios:
Publicar un comentario