domingo, 7 de agosto de 2016

Expresar


Un pretendiente a ser bardo
escudriñaba el paisaje
con la avidez en sus ojos
de evitarse los sonrojos
si su rima no es bagaje
de buen gusto, y es un cardo.
Y así viajaba, el mortal,
de rincón a vericueto,
absorbiendo la belleza
que cupiera en la cabeza
de un intelecto incompleto
rayando con el berzal.
Contemplaba la campiña
atiborrada de flores
con diferentes matices,
sabiendo que las perdices,
en el cuento son tenores
además de ser actrices.
Más no bajaba el control
en su constante interés
por encontrar el grafema
que puro, como una gema,
defina al alto ciprés
en clave de si bemol.
Y una y otra vez miraba
la estampa distante
o contigua,
fuera precisa o ambigua;
quería pillar flagrante
la esencia que allí estaba.
Y el juglar, exasperado,
tachaba otra vez el ripio
con desolación completa
ya que a aquella, su dieta,
se le veía el principio
de no haber catado bocado.
Las musas, antojadizas
vacacionan a menudo
por el Olimpo perdido,
sin mirar al aturdido
trovador y a ese nudo
que al estómago le hace trizas.


Para el  XXXV Certamen de Poesía Federico García Lorca. Centro Cultural García Lorca Asociación Andaluza. Barcelona.

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