Eres grande, bello. Mantienes con tus
empapamientos el enorme granero que supone tu cuenca; y, generosamente, cedes
parte de tu caudal hacia otra vega, fecunda, fuerte pero insuficiente, a pesar
de su poder, para alimentar la excepcional voracidad de su huerta.
Tú, Tajo, desde la sencillez propia
del lugar de tu nacimiento y de las tierras que, sinuosamente, recorres en tu
viaje en busca del ansiado océano, remojas el adobe campesino que servirá para
que sus moradores, cobijados bajo ese engrudo, puedan levantarse un día más
y, azada en mano, intentar herir la
tierra dura, mesetaria, para lograr, por tu imprescindible mediación, que la
semilla allí depositada de un fruto que alimente a los paisanos que pueblan tus
orillas.
Y yo, modestamente, un mesetario como
los que tú reconoces, pero de una meseta más al norte y regada por otro gran
río, te reclamo como mío; pues eres parte de una tierra, la misma que durante
generaciones luchó, hombro con hombro, por un bien común llamado las Españas.
Me permito desde estas tierras, como
el más vulgar conquistador de los siglos
XV ó XVI, reclamar para mí y para el resto de este territorio ibérico tu nombre
como mío; que forme parte del patrimonio ancestral que hereden nuestros
descendientes entreverado en los propios genes.
Para el II Certamen de
Micro-relatos, Javier Tomeo. Asociación
Literaria Poiesis. Alcañiz. (Teruel).
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