sábado, 7 de mayo de 2016

En la diferencia está la igualdad


El abuelo le regala un balón, eso sí, de reglamento para que el chico aprenda pronto el rol que una sociedad ancestral, trata de transmitir, incluso en los propios genes, de una manera calculada.

La abuela, consustancial con lo mamado y transmitido a través de muchas generaciones, se acerca hasta su butaca favorita y ayuda a su nieta a trepar hasta su regazo; y, entre carantoñas y zalamerías mutuas, le entrega un coqueto paquetito que, incluso envuelto, desvela de antemano su contenido; una hermosa muñeca rubia de ojos azules que, por mucho que lo intente, no puede competir con la belleza de su nieta. Naturalmente, el conjunto que sus propias manos han tejido durante muchos días anteriores para ambos nietos han sido confeccionados en los colores tradicionalmente al uso: azul y rosa.

Y hasta ahí, la tradición. Una tradición exenta de ninguna connotación por sí misma; al menos malintencionada. Y es ahí donde los mellizos, que no gemelos, nacidos en un mismo momento; con una misma raíz, comienzan a tener sus propias vida; vivencias que experimentarán de distintas maneras.

¿Tienen que ver algo el rosa y el azul? No deberían. Al final son colores estereotipados para esos momentos de las vidas de unos niños.  Los padres sí que pueden querer indicar algo con los colores; pero no necesariamente.

Lo verdaderamente importante es el tipo de educación, formación humana, que los progenitores estén dispuestos a dar a sus vástagos o que quieran impartir; que no tienen por qué ser convergentes ambas aspiraciones.

El niño seguirá siendo un niño que con su formación, integral, irá consumiendo etapas de su adolescencia que le permitirán formarse como hombre más allá de lo que la propia naturaleza le dará por razón biológica.
Y a la niña la ocurrirá lo mismo; culminando con éxito esas mismas etapas que derivarán en una formación única y estrictamente personal por el mero hecho de ser lo que es: mujer; ni más...ni menos.

Y esa formación en valores morales, trascendentes, que por una parte los padres, en mayor medida, y por otra los profesores que intervendrán en sus adiestramientos respectivos, es lo que realmente determinará que uno no sea diferente al otro más que biológicamente; y es en ese punto donde mejor se puede refrendar la igualdad. Justo desde la diversidad biológica. La mente, con la parte asimilada por la propia morfología de cada cual, se abrirá camino a través de los planteamientos filosóficos, históricos, éticos y, desde luego, religiosos, creando un ser universal, con las mismas aptitudes ante todas las ocupaciones de la vida. Esto no quiere decir que ambos  sexos sean iguales; esto es imposible desde el punto de vista fisiológico, embrionario; pero tendrán una idea cultural enriquecida y podrán mirarse a los ojos sabiendo que, siendo distintos, son iguales.

Aquellos mellizos, hoy abuelos, van a casa de sus hijos. Es el cumpleaños de sus nietos, casualmente, tercera generación de mellizos. En la bolsa de unos conocidos grandes almacenes, yacen juntos, al lado uno del otro, un sofisticado balón y una estilizada muñeca. Intercambian una mirada inteligente y sonríen en recuerdo de todas las enseñanzas recibidas durante sus vidas, al respecto.


Para el II Concurso de Literatura Comarca de Níjar. (Almería). 

No hay comentarios:

Publicar un comentario