jueves, 5 de mayo de 2016

Sabor cuartelero



Anterior al que por obligación patria, me correspondería años después, desde mi más incipiente niñez, mi vida estuvo asida, cordón umbilical incluido, a espacios abiertos a la luz, al sol, a la lluvia y por tanto de igual manera al calor; es decir a la naturaleza pura y dura.

Aquellos cuarteles de espacios abiertos, fueron el parque de juegos de mi niñez. En los silencios de las tardes veraniegas,  se distinguían las melodías entremezcladas del ¡un, dos!, marcial de una escuadrilla haciendo la instrucción, con los gritos juveniles de quienes se estaban jugando la vida, así lo pareciera, con un hermoso balón de reglamento entre las piernas; toda esta siniestra melodía desencadenada, se ahogaba bajo el poderoso motor del monoplano que, rasante, avisaba que aquellos eran sus dominios. Un segundo de paz, tras su paso, servía para que cada cual, volviera a tomar el resuello necesario para seguir a lo suyo.

Y a medida que la tarde se despedía trayendo de la mano al crepúsculo y mientras las golondrinas retornaban a sus nidos compitiendo  con sus trinos a la cortante aria huída de una corneta que tocaba "fajina" anunciaban a sus polluelos que en su pico les llevaban el último alimento del día.

Las sombras envolvían, sin remedio, las siluetas de los mastodónticos hangares, cobijo de miles de pequeñas aves que encontraban allí su pequeña paz para el descanso, fuera de los peligros del exterior. De vez en cuando, el austero sonido de un búho, recordaba que sería prudente que aquellas avecillas durmieran con un ojo abierto.

La notas de un más que emocionante toque de oración, avisaba, a propios y extraños, que había llegado el momento del descanso y de los sueños; y ¿por qué no? de ese momento íntimo entre uno mismo y algo superior a nosotros que nos inspira a intentar ser, cada día, un poco mejores.

La noche veraniega de cualquier base tenía un denominador común perteneciera al punto de nuestra geografía que fuera. Un deambular de patrullas silenciosas que iban y venían cubriendo y reponiendo guardias. Dentro, en los pabellones, un niño dormitaba, soñando con poder llegar a ser uno de aquellos.


Para el  I Premio de Narrativa Breve de la Cátedra Miguel Delibes.  Cátedra Miguel Delibes (Universidad de Valladolid-Graduate Center de City University of New York). Valladolid.

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