El
Ogro, desde su torreón,
lanzó
un silbido profundo,
más
que dulce, iracundo,
que
avisaba al elfo fino
dejar
de hacer el cretino
y
remirar al balcón
en
el que se divisaba,
tras
un visillo azulado,
y
en sentido figurado,
el
pernil muy excitante
de
un especímen mutante,
o
de una enana barbada
un
pelín espeluznante;
pero
al elfo, embelesado,
le
parecía el exceso,
cual
obseso,
de
la más pura belleza,
aquella
pieza,
culmen
del encanto creado.
Para el VIII Certamen
Internacional de Poesía Fantástica MiNatura, 2016. Revista Digital miNatura.
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