¡Ahí le duele! Nunca mejor empleado el
término; aunque no siempre es exacto; la coña, cual estrambote satírico, es que
normalmente te enteras porque el enemigo no ha tocado los clarines poniendo
sobre el tapete del campo de batalla su táctica de combate. No ha avisado, el
muy simpático.
Superado el bofetón; es decir;
aferrándonos al dicho: "virgencita que me quede como estaba"...hay
que tomárselo con humor; siempre y cuando te den las mínimas esperanzas para
ello. Cada cual es cada cual y sus circunstancias...distintas.
Pero en esta vida, perra por
naturaleza; mejor dicho, porque la naturaleza humana se empeña en hacerla
perra, un cierto sentido conformista es adecuadamente bueno. Me refiero al
conformismo de que el "bicho" te ha picado; otra cosa es que una vez
sentida la picazón del "insecto", no te rasques. Eso es otra cosa.
La fe, dicen que mueve montañas. Mi
"Picu", particular, lo mueve cual semáforo loco de la M-30; aparecen
y desaparecen los abalorios diseminados por mi organismo con la facilidad y el
misterio, de ese mismo, el cuarto o quinto del rosario y de los llamados
Dolorosos; de Gozosos...más bien poco. Pero es Fe y me la creo; y ayuda ¡Vaya
que sí ayuda!
La coña marinera entronca mucho con el
saber del pueblo patrio que queda expresada en sus tesis doctorales llamadas
refranes. Y uno se agarra al que mejor le conviene para resolver o justificar
sus diferentes situaciones a lo largo de su, siempre, corta existencia.
Aunque también hay
"peros". Juvenal sentó una
máxima que se ha extendido como la pólvora. Y es su famosa frase: "Mens
sana in corpore sano". Pues bien; yo aseguro que mi "Mens"
estaba sanísima; casi, casi hiperventilaba de lo sana que se encontraba y, en
cambio, a mi cuerpo le dio por ponerse altamente pachucho. ¡Ay, Juvenal, qué
ojo tuviste! Que no era nada lo del ojo...y lo llevaba en la mano.
Y si tienes suerte, que para todo en
la vida hay que tenerla, te medio curas. Y ese medio, es fantástico. En un caso
que conozco el médico le dijo, al nunca mejor llamado paciente, que no había
remedio. Y se quedó tan ancho. No pongo en duda su profesionalidad, Dios me
libre, pero sí su "ojo clínico"; lo cual le agradecerá de por vida el
susodicho. Tan tajante fue como fácil, afortunadamente, la solución. En
cuarenta y ocho horas estaba operado y...con un cierto atisbo, tras siete horas
de intervención, de seguir contándolo.
Hay que decir que el interfecto, de
las siete horas...¡ni pun!
Y más tarde, muchos meses más tarde y
tras varias visitas a un apartamento, sin vistas al mar, en el sótano de un
hospital y que con cierta guasa y mejor talante, el "Divino
impaciente", asemejaba aquellas citas con los ejercicios espirituales de
su adolescencia. Eso sí; con la más alta tecnología del momento en una mano,
llamado móvil, y el correspondiente portátil conectado a internet que hacía de
aquellas jornadas de recogimiento momentos mucho más de pitanzas de aquellos
otros, un tanto oscurantistas, del pasado.
Más la "dicha dura poco en casa
del pobre"...y cuando todo el mundo estaba contento con esos encuentros
anuales, un aparatito descubrió que no habían servido de nada desde el
principio, ¡cachis! Y, una vez más, la medicina tuvo que redescubrirse a sí
misma, indagando qué tipo de "remedio" sería el menos malo para
curar, es un decir, a aquél pobre hombre.
Y la grandeza de la vida, disfrazada
de batas blancas, hace que siempre haya ganas de luchar por ti; incluso cuando
tú te encuentras, tras los fracasos, en la luna de Valencia. Y te proponen
experimentar. Y tú lo aceptas cual clavo ardiendo.
En un primer momento de la enfermedad
te dicen que del tipo de cáncer que padeces "no se muere nadie"¡Bien!
Eso está bien porque para el primer shock.
Pero eso fue al principio. En el
momento de la narración, al individuo, que después de unos meses de experimentación,
llega a la consulta hecho unos zorros, le comentan que "a veces es peor el
remedio que la enfermedad"; expresión que no hacía falta que se la dijeran
pues él ya llevaba varias semanas convencido de lo mismo.
Y deciden bajarle la dosis al entresuelo;
quiero decir a la mitad, anunciando que los pocos datos que hay registrados dan
pocas posibilidades a la eficacia del fármaco. Y tiras para adelante sin
solución; no científica, sino porque no queda más remedio.
Tras unos meses, te llega la noticia,
vía chivatazo, de que has estado a punto de "palmarla". ¡Vamos que
los más optimistas te daban tres mesecitos!
"Hace más de un año ya...",
cantaba Serrat en mi juventud....y ya van para los ocho años de aquél
pronóstico que nunca llegó, de una manera directa, a mis oídos.
Me levanto todas las mañanas riéndome
de mí mismo; sin duda la mejor terapia para la vida y, por ende, la mejor
táctica contra la enfermedad. Recomiendo, encarecidamente, cierta dosis de fe;
con altibajos, como Dios manda, sino seríamos perfectos. Y humor. Mucho humor.
A la muerte, que vendrá como a cualquier mortal sano, hay que mirarla de
frente, sin temor pues es una amiga que sabes que terminará por venirte a
visitar desde el mismo momento que naces; y hay que recibirla sonriendo y mirándola
fijamente a los ojos con una expresión que la diga que sabes que ha llegado tu
hora y que, como la ordenanza militar manda, la esperas en "el primer
tiempo del saludo"...
Para el 2° Concurso
Internacional de Relatos Humorísticos, Alberto Cognigni. Festival
Pensar con Humor - Agencia Córdoba Cultura. (Argentina).
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