Caminaba ensimismado en sus ideas más
profundas, haciendo su subconsciente el trabajo gratuitamente ante la falta de
interés que ponía el dueño de sus pensamientos; y lo hacía con el automatismo
de quien tiene grabado el itinerario, siempre el mismo, del paseo matutino.
La senda jalonada por geométricos jardines llevaba, paso a paso, a
la zona más salvaje de aquél maravilloso jardín. Allí, los pensamientos podían
vagar libremente, sin el encorsetamiento que la etiqueta social de la época
imponía.
Y sin solución posible, éstos siempre
iban enfocados hacia el mismo tema: Eloísa.
Era la tortura que llenaba su ser y a
la vez el ángel que le seguía manteniendo, en esta vida, con cierta dignidad.
Una y otra vez pensaba en ella. Recreaba los momentos que había podido robar a
las miradas indiscretas de las amigas y, en un aparte, coger sus manos entre
las suyas y mantenerlas suave y tiernamente presionadas tratándole de insuflar
parte de la pasión que le rebosaba.
Eran retazos; acciones a salto de mata
que había podido ir reuniendo a lo largo de dos
años de trato; y que remendados a su antojo, hacía que pareciera que
aquello fuera una relación natural.
Las adelfas en flor emanaban su
dulzona fragancia. El subconsciente le despertó de golpe; le advertía que
habían llegado a su destino.
El lugar, oval, estaba firmemente
resguardado por árboles centenarios que asemejaban a un ejército colosal y
añejo. El centro lo dominaba un pequeño estanque; en medio del cual surgía una
fuente que lanzaba al aire un chorro de agua cristalina y vaporizada. En el
fondo se encontraba el banco de piedra, asiento de compañía de tantas mañanas.
Era su lugar de retiro particular;
donde daba rienda suelta a sus reflexiones y donde el retrato de Eloísa,
parecía recobrar una inusitada energía. Él sólo podía entornar los ojos y creer
que los labios de aquella mujer, rozaban los suyos.
La extraña sensación de realidad de la
escena le hicieron entreabrir los ojos y un exuberante sudor afloró por todo su
ser. Aquellos ojos verdes grandes, inmensos le miraban, mientras unos labios finos y delgados
correspondían a los suyos.
Para el II Concurso de Relatos
Romántico-Eróticos, Recuerdo Incorruptible. Grupo
Carpa de Sueños.
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