viernes, 28 de noviembre de 2014

El pueblecito



Hace ya muchos años, para los que empezamos a vivir nuestra particular sesentena, que había un pueblecito cerca de una gran ciudad castellana, humilde como, por otra parte, eran casi todos los de esa zona.
Se asomaba, con pudor, a una estrecha carretera pomposamente llamada "nacional"; la cual venía arrastrando su nombre y su pavimento, desde hacía ya muchos años atrás.
Tenía cuatro casas  mal contadas, dicho esto sin el menor atisbo de desprecio, y en mis lejanos recuerdos infantiles, aparece un farol único a modo de referencia a la entrada, más bien pasada, que anunciaba que allí moraban personas.
Ya he dicho que yo era pequeño y no soy de allí; es posible que esa fugaz impresión en mi memoria, no sea más que eso: una impresión.
Sí recuerdo, entre esos retazos de la memoria, inundaciones producidas por las lagunas, entonces salvajes y a su libre albedrío, que cubrían un tramo largo de la,  ya mencionada anteriormente, "carretera nacional".
Y no tengo más recuerdos de aquél pueblecito.
Mi familia se marchó de la zona y volvió al cabo de cinco años, en los que ese pueblo, como España en general, había cambiado mucho.
 La siguiente vez que pasé por la remozada carretera, me costó trabajo reconocer por dónde iba. Ya había farolas; ya las casas se asomaban con cierto descaro a la carretera; se veía más gente deambular por la entonces calle principal como parecía que empezaba a ser la propia carretera, por la que era necesario circular como salida natural hacia Madrid, por ejemplo.
Se había instalado en la ciudad próxima una importante fábrica de automóviles y, aunque en dicha ciudad había un barrio por antonomasia poblado por los trabajadores de dicha empresa; la cercanía con ese pueblo hizo que, enseguida, se construyera una zona residencial cerca de él al que se mudaron muchos de los que trabajaban en la fábrica.
La urbanización, conllevó la "canalización" y embalsamiento de una laguna a modo de "memoria histórica", que hoy, en nuestros días, aún existe; eso sí, debidamente ajardinado su entorno y, de alguna manera, "encorsetada", pero bella.
 Primero surgió como algo aislado del pueblo en el que, poco a poco, acabó por integrarse; porque si algo tiene el lugar es su gente; castellana, noble, seria, dura, como su tierra.
Hoy es un gran pueblo; quizás "incómodo" para los viejos del lugar;  los que añoran, sin duda aquél farol, simplemente porque lo que echan de menos  es su niñez. En él no te sientes un extraño. Han sabido conjugar lo antiguo y lo nuevo en un peculiar cocktail de tomate y mango, de vino y ginebra, de gaseosa y tónica, de ayer y hoy.
Ahora  llegas por una estupenda vía desdoblada a aquella incipiente calle principal convertida en avenida, fuertemente comercializada y devenida, por méritos propios, en el eje económico y social de la villa.
Empiezan a quedar atrás esas tardes de jardín, coqueto, escondido de miradas, en pleno centro del pueblo y rodeados de niños gritando entre risas y juegos, tras una pelota o simplemente, jugando a "pillar".
Y sus fiestas son su máxima expresión. Sus peñas con viejas similitudes con  otras de otros lugares de la geografía española; la forma de divertirse; la manera de envolverte en ellas como un paisano más, los encierros, tus toros... una pequeña punzada me traspasa el alma al acordarme de ellos...
Hay días que ya no pueden volver, simplemente porque no están los sujetos protagonistas de los mismos. Habrá otros, sin duda, que nos dejarán otros sabores, siempre agridulces, pero no por ello hay que dejarlos pasar  porque conforman nuestra propia vida.
Seguirás acogiendo a cuantos se acerquen al entorno de tu iglesia  de Nuestra Señora de la Asunción, a bodas, funerales, bautizos o, simplemente, a elevar un momento los ojos y cruzarlos con los de tu Cristo de los Trabajos, demandando su benevolencia.
Seguid así, debe de ser ese  el camino.

Dicen que los castellanos, por nuestra propia idiosincrasia, somos personajes serios, adustos, parcos en palabrería,  de pocos amigos... pero los que tenemos lo son de verdad, para siempre;  y yo, tengo, en aquél pueblecito convertido hoy en un importante núcleo urbano, unos pocos.


Presentado al XXXIV Certamen de Cuento Corto de Laguna de Duero (Valladolid).

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