Supongamos,
un momento, que esta historia, puro cuento, pudiera haber sucedido o, al menos,
ser parecido a lo que aquí en los renglones escribo; aunque, claro, no adivino
y mucho menos mi empleo tuvo que ver con "La Arqueo", llamada
Arqueología.
Es
por esto, que decido situar este relato para mentes muy abiertas a poder
cambiar la historia, al menos en su memoria, e intentar pasar buen rato.
Resulta
que, Arnolfito, llamado así por su tribu, por haber vivido de niño, en eso, en
un palafito, era casi un herrero y digo casi con miedo; pues el diminutivo
encierra un secreto, secretito, y es que el hombre era pequeño; más bien era
pequeñito.
Por
eso, los espadones eran problemas mayores, tenía que conformarse en hacer:
cazos, tazones; para regocijo mero de todo su pueblo, entero.
Tic-tac,
tocaba con acompasado son, a aquél trozo de latón que prometía ser cazo y para
eso nacía; más, con tanto martillazo por mirar a su María, el pobre cazo salió
como él, bajo, muy bajo para lo que pretendía.
La
obra estaba acabada; Arnolfito se rascaba la cabeza, intentando dar salida a
aquella extraña proeza. No se le ocurría nada; avistó unos rescoldos de carbón,
aún en tizones, y fue a pintar su engendro, como si fueran tazones.
Aquello
quedó peor ¡María, qué es lo que hago!¡Que esto no es lo que yo quiero ¿Que me
da bastante asco!... que no sirve, ni de casco; María, que es que me muero.
María
sí le quería y le consoló primero ¡Ya le encontrarás salida! ¿ya tendrá su
aplicación!, mira que aquél tazón te costó mucho hacerlo.
Apesadumbrado,
el hombre, se mantuvo todo el día en estado comatoso; como cuando uno, un oso,
se reguarda en su cubil durante el gélido invierno, ni siquiera con candil;
permaneciendo en la osera hasta bien entrada ya...la primavera.
Un
grito le hizo volver de Babia, que es donde habita cualquier hombre troglodita
cuando no sabe qué hacer. ¿Se me han caído los huevos!, al acercar el puchero,
sobre esa piedra enorme ¿Qué hacer, ahora, mi hombre?¿Qué te podré agasajar,
para que puedas comerlo?
Probemos
fortuna, amada; primero recogeremos esta plasta en palangana; ¡Mira, toma esta
sartén! ¡Anda, pues mira qué bien!....ya la doy por bautizada.
Los
revolveremos bien que así quedan uniformes y habrá que añadirles
"papas"; locución aquí empleada por vagancia del que escribe o del
actor de mi chanza.
A
ver, sofríe primero, un poquito las patatas con ese licor dorado, delicioso si
lo catas; dale tiempo a que se hagan en el aceite, las papas; que estén un poco
doradas. Parecen cambiar la pinta si están un poco doradas.
Ahora
a este plato las sacas y las escurres y a ver si a alguien que venga, algo
nuevo se le ocurre...
¡Quieta!,
que me viene a la cabeza envolverlas con los huevos cogidos en la maleza y
estrellados, por tus manos sin quererlo, en eso estamos, en esa piedra inmensa.
Revolvamos,
revolvamos y antes de ponerlo al fuego, además, ¿qué agregamos? Propongo
cebolla fina que pique un poco en la boca; la dejamos macerar pero sin ningún
desdén, en el fuego, en la sartén ¿Habré creado un invento, al fallar, con mi
talento?
Al
rato, no había reloj, decidieron dar un toque a lo que se condimentaba y ¡zás!
lo dieron la vuelta, comprobando que esa "cosa"...esa cosa se
cuajaba. Agregaban a su prosa una nueva palabreja que aunque los tiempos
pasaran, ella llegaría a vieja.
Tras
otro período largo, la sacaron de su entorno y en vez de ponerla al horno, la
pusieron en un plato.
¡Qué
belleza! redondita, amarillita, ligeramente quemada ¿Qué monada!
¡Qué
sabrosa!¡Buena cosa!¡Cosa buena¡Habrá que hacerla este año, allá, por la
Nochebuena! Es un cuento y, las licencias, se perdonan con clemencia.
¡Hay
que ponerla un nombre1¡Hay que patentar el guiso! Decía nuestro Arnolfito, que
pensaba ya en mudarse a otro nuevo palafito.
¡Lo
llamaremos tortilla. No sé. Se me ha ocurrido mientras caminando al río iba,
haciendo mi recorrido; y para diferenciarla de la de los primos godos,
agregamos buenos modos y modas muy elegantes, cocineras: ¡de patatas! ¡Que mira
que estáis rebuenas!.
Presentado al V
Certamen Literario de Cuentos Gastronómicos, 2014. "Antigua Abacería de San Lorenzo”, (Sevilla)
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