miércoles, 19 de noviembre de 2014

Pastoreo



Por la vereda, hacia el monte,
subiendo por las laderas,
atravesando las eras,
se dirige al horizonte.

¿Dónde vas?¿Dónde me llevas?
¿Dónde quieres que dirija
mis pasos, como una hija,
que en tu falda, monte, aferras?

¿Por qué yo? ¿Por qué elegiste
al pastor que menos vale,
al que el rebaño señale,
como soso, torpe y triste?

Cuando el camino recorre,
los primeros bosquedales,
salen, huyendo, mis males
como fantasmas de torre.

Los eucaliptos varados
determinan una altura,
forman, juntos, la bordura,
entre divinos y humanos.

Se mezclan, pues, en la tierra
vacas, ovejas, ganados
que pacen en los llagados
pastos de la motosierra.

Camino, guarnicionado
por hiedras escaladoras
que acompañan, en las horas,
al pastor sacrificado.

Zarzamoras que se ofrecen
lujuriosamente henchidas,
como luces aburridas,
de burdeles que envejecen.

Las golondrinas cantoras
saludan a los intrusos,
que con balidos insulsos,
contestan a las señoras.

Revolotean, rasantes,
describiendo acrobacias,
una más, de las audacias,
de sus vuelos viajantes.

Rivalizan en sus trinos
con otras aves cantoras,
que trovan, con sus doloras,
aires de allá... transmarinos.

Engalanados ujieres
de veloz vuelo raseado
y al pollino, mosqueado,
más atención, le requieres.

Casi, casi, en escalada,
dejas atrás arboledas,
ante mis ojos: praderas,
¡parecen de mar salada!

¡Vastos prados, vastas brañas!
parecen arrebatadas,
por manos, muy bien guiadas
del bastidor, por guadañas.

Una yunta somnolienta
baja cargada de heno,
chirriando a tope su freno,
por la pendiente violenta.

Al pasar junto al rebaño,
la pareja de cabestros,
nos miran, cual sus ancestros,
lo hicieran antes...antaño.

Tensando mucho las formas,
músculos en plena acción,
desfilan como un armón
pero sin rígidas normas.

Poco a poco, la carreta
por el trayecto que baja
hoy heno, mañana paja,
su peregrinar completa.

Los perros, cual zascandiles,
corretean pastoreando,
entre la reses, cercando,
llevándolas a rediles.

Otros, mucho más robustos,
mastines queridos; nobles,
nervudos como los robles,
sagaces y tan adustos.

Comprenden, desde pequeños,
su quehacer en esta vida
que es, del ganado su cuida,
y ayudar, así, a sus dueños.

No marchan como un tropel,
van por libre, se parecen
a ejércitos que obedecen
a un curtido coronel.

El Ángelus nos atrapa
al raso, con ventolera
típica de cordillera,
cuando termina la etapa.

Una mirada al cielo
limpio y claro, azul distinto
que anima a nuestro instinto
a emprender un nuevo vuelo.

Descubrimos, escondido,
un lugar,  cual monasterio,
que permite refrigerio,
a un estómago fruncido.

Gachas secas por vianda,
regadas con un buen vino,
que en la bota aglutino,
mas queso como vianda.

Siesta somera, trivial,
para recobrar la fuerzas
y dejar que no retuerzas
la columna vertebral.

A lomos del asno asciendes
las rampas de los picachos
que desgranan, en hilachos,
las nubes que tú hiendes.

Tras la cúspide inminente,
el sol comienza su ocaso
¡cuidado!, no des mal paso
¡baja del burro, inconsciente!

Azuza a los perros ¡corre!
conmínalos a llevarte
el rebaño, hacia otra parte
y que de pasto atiborre.

La noche llega y se queda,
en la lúgubre montaña,
el aullido te acompaña,
el lobo, quizás, acceda.

En la lobuna estampa,
los mastines deambulan
por los prados y, postulan
a los lobos una trampa.

Audaces, unos y otros,
en un juego milenario,
en ese mismo escenario
coincidieron con nosotros.

No terminarán, aún,
esas cuitas familiares,
correrá la sangre a mares,
si se encuentran... es común.

De vez en cuando, se escucha,
en las cumbres tenebrosas,
los gruñidos de las osas
a su camada, flacucha.

Tiesas orejas rastrean,
en las tinieblas profundas,
las notas, meditabundas,
de quienes hoy, ya no cenan.

Amanecer... fresco, nublo,
reminiscencias de sueños,
olor quemado de leños
que, en mi interior, desanublo.

Estirones, desperezos,
impulso, tirón... ¡arriba!
que la jornada prohíba,
seguir  con esos bostezos.

Una lata, enmohecida
que del zurrón se recata,
sirve para hacer de cata
de un café para un druida.

Todo dispuesto en la cima:
pasarán varias jornadas
en las que estas manadas,
retocen su sobrestima.

Momentos de provisiones,
engordes, reservas, cribas,
aprovechan estos días,
para otras ocasiones.

Nacerán nuevos corderos,
al abrigo de la noche,
poniendo, al fin, este broche,
a cinco meses enteros.

Los balidos quejumbrosos,
pidiendo, a gritos, sustento,
hacen del añojo tiento
de águilas, lobos y osos.

Otra vez, nuestros mastines,
encierran bien en sus cercos
a crías, madres, carneros,
pastores y demás fines.

La alborada llega otrora,
en sucesivas oleadas,
con mañanas soleadas,
que poco a poco aminora.

Los días se acortan, breves,
las noches, se alargan, pronto
el campamento desmonto,
pues se aproximan las nieves.

Descendemos de los picos;
las reses tienen urgencia,
por bajar, con diligencia,
los enlodados caminos.

Las lluvias ponen a prueba
la resistencia animal,
convirtiendo en un ritual
lo que el alma no reprueba.

Adelantamos carretas,
son las últimas del año,
el tapiz verde, de paño,
presenta ya muchas grietas.

Los bueyes van intuyendo
su descanso invernal,
bajan, por el pedregal,
con descaro, mugiendo.

Se acerca el ansiado hogar,
el cortejo aprieta el paso,
¡es igual! no te hacen caso,
cuando les mandas parar.

No hay golondrinas en vuelo,
no hay aves que nos alegren,
no hay elfos que nos integren
en un paisaje de duelo.

Otra vez, en mi cabeza,
las preguntas se apretujan
y en mi frente se dibujan,
signos de clara tibieza.

De nuevo, cual soliloquio
pregunto a Dios, al destino,
pues yo pienso, yo opino,
que esto es más... un circunloquio.

¿Por qué yo? me escudriño
¿Por qué no otro más digno?
¿Por qué me das este signo,
tan hermoso, de cariño?

¿Por qué me pones al frente
de tu ganado y enseres?
¡Está claro que me quieres!
¡No te dejaré pendiente!

Estaré, siempre, dispuesto
a subir a la montaña,
con el ganado o cabaña
y así, aquí... lo manifiesto.


Presentado al Concurso Editorial Zenú, 2014. (Colombia)

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